Capítulo 9: Pelotazo al emo

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Alex estuvo un rato así escondiendo su llanto en mi hombro

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Alex estuvo un rato así escondiendo su llanto en mi hombro. Cuando por fin se calmó se reincorporó, se tallo los ojos removiendo las lagrimas que le quedaron y se levantó con pesadez de la banca.

La lluvia también se había parado.

—Tengo que irme —me dijo.

Yo solo asentí como respuesta.

Más tarde llegué a mi casa, y encendí el incienso antes de que Larry llegara. El hedor de la hierba ya se había ido casi por completo, la esencia a tierra mojada que había traído la lluvia de hace rato también fue de ayuda para que este se disipara bastante.

Me senté en el sofá con la ropa empapada y el cabello goteando. Cuando mi tío llegó pegó un grito del susto por verme ahí como la niña del aro recién salida del pozo.

—¡Me asustaste! —reclamó llevándose una mano al pecho—. ¿Por qué la casa huele a brujería?

—Es incienso, para ahuyentar a los malos espíritus —dije aquella excusa que Alex me había dado esta mañana.

—¿Malos espíritus?, ¿desde cuándo eres tan supersticioso?

Me encogí de hombros como respuesta, la ausencia de palabras y mi actitud apagada levantaron sospechas por parte de Larry de que algo andaba mal.

—¿Te sientes bien?

—Supongo... —contesté decaído.

—No te ves bien, te ves como si estuvieras muy angustiado. ¿Algo te preocupa?

—Estoy bien, Larry. Solo estoy cansado, ya me voy a dormir —anuncié antes de marcharme a mi recámara.

Mientras iba subiendo las escaleras pude escuchar a Larry gritar «¡no te duermas con la ropa mojada que te vas a enfermar!».

No pude pegar un ojo en toda la noche, solo pensaba en Alex, en lo trágica que había sido su vida, en el enorme sufrimiento con el que debía cargar a diario.

Pensaba en esa mirada pérdida que mantuvo incluso en el momento que se fue. Me preocupaba mucho saber como estaría en estos momentos, ¿qué estará pasándole por la cabeza ahora?, espero que haya podido calmar su destructiva mente antes de llegar a su casa a meterse sus estúpidas drogas que él veía como escape de su realidad.

Eran las cuatro de la madrugada y mi celular estaba sonando.

Era Alex.

—Alex.

—Hey —me saludó él, se escuchaba más tranquilo.

—Hey... —sonreí aliviado de enterarme que estaba mejor—. Alex, ¿cómo te sientes?

—Mejor, supongo.

—Me alegra eso.

—¿Qué haces? —preguntó cambiando el tema.

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