Capítulo 6: Mariquita

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Una vez más mis decisiones imprudentes e impulsivas atacaban

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Una vez más mis decisiones imprudentes e impulsivas atacaban.

Ahí iba yo, caminando por la acera de la calle rumbo a no sé dónde. A lado mío estaba el drogadicto que había conocido hace dos días.

—Oye, vas a tener que dejar eso en tu casa —dijo Alex señalando mi mochila.

—¿Por qué? Si tú también llevas mochila.

—Porqué yo llevo una mochila, pero tú parece que traes un paracaídas. ¿Qué tanto cargas ahí?

—Libros, mis cuadernos. Todo lo de la escuela.

—¿Qué no usas los casilleros? —Alex me miró como si fuera un extraterrestre.

—Todavía no me asignan uno.

—Entonces con más razón, debes dejar esa cosa en tu casa. Si te cansas de llevarlo no pienso cargarlo por ti. Y además, te ves como una mariquita con eso en la espalda.

—¡Ya basta de tus odiosos comentarios! No eres chistoso. En lo que va del día no sé cuantas veces me has llamado marica, y además, no es que a ti te incumba pero yo soy hetero...

—Cálmate, ¿quieres? Lo decía de forma literal, pareces uno de esos insectos que se llaman mariquitas. Pequeño, todo de negro y con un enorme caparazón rojo moteado en el lomo. Eso pareces.

No supe que contestarle, me sorprendí por lo elaborados que podían llegar a salir sus insultos a veces. Mi mochila tenía un diseño a cuadros, rojo con negro, los dos colores del caparazón de las mariquitas. Pensé que se veía genial, y que iba con mi estilo, hasta que vino Alex a arruinarle todo el encanto.

—Como si no tuviera suficientes inseguridades ya, llegas tú y me das una nueva. ¡Muchas gracias, Alex!

—Es mi pan de cada día, Kyle. Ahora, vamos a tu casa a que dejes ese caparazón, mariquita.

A veces, me daban ganas de darle un punta pie. Pero sabía que si él me respondía de la misma manera me mandaría volando hasta china, así que, era mejor solo pensarlo.

Llegamos a mi casa y le dije a Alex que entraría rápido, que me esperara un momento. Fue sorpresivamente obediente, sin replicar, se quedó afuera sentado en el pórtico mientras yo volvía.

Cerré con llave la puerta del frente, todavía no le tenía la suficiente confianza como para descuidarme así. Fui escaleras arriba hasta mi habitación y deje mi mochila sobre la cama; desvié la mirada a mi portátil que estaba encima del escritorio.

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