Capítulo 42: Yo te protegeré siempre

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Una semana, ya había pasado una semana, ¡una maldita semana!

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Una semana, ya había pasado una semana, ¡una maldita semana!

Por más que le daba vueltas a las cosas no lograba entender, ¿qué era lo que le pasaba?, ¿por qué de la nada Alex se comenzó a comportar tan evasivo y distante conmigo?

¿Se estaba volviendo loco?, ¿o es que su irritabilidad y aislamiento era otro efecto del síndrome de abstinencia por drogas?

Estuve muy molesto durante dos días, porque incluso cuando yo quise aligerar la tensión, cuando trate de cambiar el mal humor de Alex (recurriendo al viejo método de las cosquillas, debido a que ya no sabía qué carajo hacer) él reaccionó de la misma manera de siempre. Siendo un imbécil arisco, me lanzó de la cama y yo me caí tan fuerte que me fui cojeando de su departamento. De ahí en delante, ahora era él quién volvía a huirme.

Yo pensaba tener algo de orgullo y mantener mi postura de «dejarlo vivir enojado si es lo que él quería», pero por supuesto, al final dejé de hacerme el digno y cedí.

Me senté de espaldas contra la pared en su piso del departamento, esperando a que saliera, sabía que si tocaba probablemente se haría el idiota y no me abriría.

Llamé a Greg antes de venir, y supe que él estaba fuera desde temprano; me dijo que Alex se quedó solo, y que con la cara que traía probablemente no saldría a ningún lado. Por eso decidí quedarme quieto aquí afuera y esperar.

Ya no debía tardar mucho. A esta hora, antes de que saliera a trabajar el fin de semana, Alex salía a comprar cigarrillos. Él no era una persona de rituales, de hecho, tenía muy pocos, solo cuando se trataba de sus adicciones y de su horario de trabajo era cuando realmente podrías predecir sus movimientos.

Escuché como sacaban el cerrojo de la puerta, lo ví salir pero no hablé en el momento, estiré una pierna en el suelo para poder reincorporarme, pero este otro iba tan distraído que se tropezó con mi pie y cayó de boca al suelo.

—¿Qué carajo? —se tornó confundido, no supo que había sido mi culpa, hasta que nuestros sus ojos se encontraron, luego frunció la nariz con molestia—, ¿Qué haces ahí sentado como un tonto?, ¿estabas esperando que yo saliera para hacerme tropezar?

—No, estaba esperando que tú salieras para yo poder entrar a tu depa, como una cucaracha rastrera.

—¿Qué?, ¡Oye no!

Me levanté de un brinco y me escabullí como una rata al interior de la habitación. Alex me siguió desesperado, no quería que entrara, la razón principal seguro era porque deseaba seguir en su plan de ermitaño evadiendo la compañía de con quienes no estaba forzado a vivir.

—Kyle, no...

La segunda, y quizás la más fuerte, es que él había vuelto a sus vicios y no quería que yo me enterara.

Había un montón de polvo blanquecino sobre la mesa, probablemente eran rastros de pastillas que trituró ahí más temprano, seguro eran restos de oxy, la droga que Alex se metía como si fueran dulces y la que casi lo hizo morirse de una sobredosis la última vez. La que tanto trabajo le costo dejar. Como dije, ese polvo ya eran puros residuos que quedaban esparcidos burdamente por la superficie, quién sabe cuántas líneas se habrá metido ya.

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