3.- Instinto

831 136 20
                                    

El instinto de cazador se abrió paso en el raciocinio de He Xuan, que sin cuestionarse demasiado echó a correr detrás del dios. El aroma de eucalipto emitido por el omega lo aturdió un momento, recordando que cuando tenía miedo Shi QingXuan solía emitir feromonas hasta que lograba calmarse.

Por su parte, Shi QingXuan seguía corriendo sin querer mirar atrás, su mente le repetía una y otra vez que debía alejarse y no escuchar a su instinto de acercarse al alfa y acurrucarse contra él como solía hacer anteriormente al reconocer en el hombre que conoció como Ming Yi el lazo predestinado que los unía. Debía ignorar todo eso y ponerse a salvo lo antes posible para no caer ante él, porque sabía que si se dejaba atrapar no podría controlar el impulso de besar esos pálidos labios que lo atraían y que solo le habían dirigido palabras crueles la última vez que se vieron.

¿Qué tan cruel debía ser el destino para jugarles de ese modo tan artero?

De repente, Shi QingXuan tropezó. El vacío de un acantilado se abrió frente a él y antes de que pudiera hacer nada dos brazos lo sujetaron con fuerza alejándolo del peligro. Antes de que pudiera procesar lo que estaba pasando tuvo a He Xuan a centímetros de él y éste susurró a su oído una frase que lo confundió:

— Lo siento.

¿Por qué lo sentía? Había obtenido su justa venganza, ¿no? Shi QingXuan no pudo pensar más en ello antes de que el Supremo se inclinara hacia él besando sus labios con pasión, aferrándose a él como un náufrago se aferraba a su tabla salvadora. El dios forcejeó inútilmente tratando de soltarse de su agarre, lo que provocó que el rey fantasma juntara sus cuerpos aún más mientras su lengua se abría paso por los labios de su presa, explorando en su interior.

Finalmente, Shi QingXuan cedió a su instinto y dejó de luchar, dejándose llevar por el deseo que había intentado olvidar por años, una ilusión rota por una voz demandante:

— ¡Suéltalo!

Ambos se separaron bruscamente como si hubieran despertado de un sueño. Shi QingXuan volteó hacia el origen de aquella voz y vio a Pei Ming, quien sostenía una espada amenazadoramente hacia He Xuan.

— ¿Cómo te atreves a acercarte después de lo que hiciste?— increpó el dios marcial—. QingXuan, ven aquí.

Shi QingXuan dio un paso adelante, solo para ser apresado por He Xuan.

— Es mío— dijo—. Ahora que lo encontré no pienso dejarlo ir.

Y sin dar tiempo a nada, el rey fantasma dio un paso atrás arrojándose al vacío junto con el dios del viento.

Inicio de ceroWhere stories live. Discover now