25.- Prendas con aroma

383 68 4
                                    

Shi QingXuan se sumergió en el armario sin miramiento alguno. Su vientre estaba ya un poco (demasiado) abultado, lo que le impedía moverse con la rapidez que hubiera deseado e incluso el simple ejercicio de agacharse era agotador para él, pero el instinto le hacía trabajar en esto de todas formas, juntando todas las prendas que pudiera encontrar. 

De repente sintió un mareo, junto con un leve tirón en el abdomen que le hizo soltar las túnicas en sus brazos y se derrumbó en el suelo llevándose las manos al vientre.

— Bebé, no me asustes así, por favor— dijo Shi QingXuan.

La diosa se acurrucó en medio de las prendas tiradas haciéndose un ovillo hasta que el dolor remitió, pero no había desaparecido. Una pequeña Arowana apareció, aumentando su tamaño hasta rodear por completo a Shi QingXuan, y el mareo cesó de inmediato, con una sonrisa la deidad acarició la cabeza del pez y éste se movió un poco, como un perrito feliz de recibir una caricia. 

— Eres demasiado meloso.

La Arowana salió volando al escuchar a He Xuan, recuperando su tamaño diminuto para ocultarse entre los cabellos de Shi QingXuan, quien hizo un leve puchero.

— Asustaste a mi pez— dijo.

— Aún no es tuyo— replicó el rey fantasma—. No le has dado un nombre.

He Xuan cargó en brazos a Shi QingXuan, y una nueva punzada de dolor lo acometió, lo que hizo que se aferrará a los hombros del fantasma.

— Necesito mi nido— susurró—. Bebé, cariño, deja a mamá hacer su nido.

— Voy a llamar a un médico— dijo He Xuan.

El rey fantasma se había preparado para esto: había visitado a un maestro médico que residía en Ciudad Fantasma y le había pedido hacerse cargo de la salud de Shi QingXuan y de que todo fuera bien en su embarazo. Dejando a la diosa en la cama, el Supremo se dedicó a juntar todas las prendas a su alcance y comenzó a impregnarlas con su aroma, usando una de éstas para cubrir a su pareja. Shi QingXuan se acurrucó cobijándose con la túnica, oliendo el aroma a almendras que emanaba para después hacer acopio de sus fuerzas para llevarse todas las prendas a su nido, de modo que cuando el médico llegó la diosa estaba acomodando todo mientras intentaba lidiar con el dolor.

Al darse cuenta de la visita, Shi QingXuan dejó su nido y volvió a la habitación para que el médico la revisará, lo cual hizo diligentemente y al terminar dijo:

— Señora del Viento, debe tener absoluto cuidado. Su embarazo es de alto riesgo, y más en este caso que…

— ¿Cómo que en este caso?— interrumpió He Xuan.

— ¿No lo sabían?— dijo el doctor, carraspeando levemente—. Sus Excelencias, van a tener gemelos.

Inicio de ceroWhere stories live. Discover now