7.- Ronroneo alfa

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Xiè Lian observó el ramo de rosas blancas que se encontraba en el vestíbulo del palacio del Viento con una sonrisa. Estaba tan feliz de que su amigo fuera cortejado de ese modo, pero el pensar quién era la persona que lo pretendía le hacía estar cauteloso. No era para menos, se trataba del Demonio Agua Negra Xuan, que seguro tenía aún cuentas pendientes con el dios del viento, tenía que cuidar de su amigo, QingXuan era una buena persona y no merecía sufrir más de lo que lo había hecho.

Sin embargo, apenas entró al palacio escuchó un ruido que le erizó la piel y le hizo salir corriendo apresuradamente antes de que se dieran cuenta de su presencia.

En la habitación, Shi QingXuan estaba francamente sorprendido: He Xuan tenía la cabeza apoyada en su regazo, con los ojos cerrados, una de sus manos reposaba en una pierna mientras la otras sujetaba la mano de QingXuan con una relajada expresión de calma, pero lo que mantenía al dios sin habla era el sonido reconfortante que brotaba de la garganta del alfa. 

He Xuan estaba ronroneando. 

Shi QingXuan no era ajeno a tal sonido. En su vida mortal, Shi WuDu había ronroneado para él cuando era niño y tenía miedo ya que así podía relajarse y sentirse mejor. Conforme crecieron había dejado de hacerlo y el menor había olvidado lo que se sentía cuando escuchaba un ronroneo hasta ahora.

Se sentía bien. Se sentía muy bien.

Era mucho mejor que cuando su hermano lo hacía.

He Xuan había aparecido con la última rosa blanca que entregaría para el cortejo, y apenas fue puesta en su lugar por Shi QingXuan, la calamidad tomó al dios de la mano y lo llevó a la habitación diciendo:

— Hay algo más que quisiera ofrecerte para terminar el cortejo.

Fue entonces que se acomodaron en esta posición y el alfa comenzó a ronronear. El rostro del omega se sonrojó levemente al recordar que algunos alfas solían hacer esto como medio de cortejo, como una forma de decir que confiaban en el otro incondicionalmente para mostrar su lado vulnerable y aceptaban tomar el papel de dominados por su omega, un privilegio que solo la persona amada tendría.

Era esto lo que He Xuan le estaba ofreciendo a Shi QingXuan.

Shi QingXuan acarició la cabeza de He Xuan con la mano libre, sonriendo. Cualquier atisbo de duda que le hubiera quedado se había desvanecido: ahora estaba seguro de que iba a estar a salvo con él.

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