8.- Celos

634 97 20
                                    

He Xuan salió de su palacio dirigiéndose a la capital imperial para encontrarse con Shi QingXuan. Esta sería la primera salida que tendrían después de que su cortejo fuera aceptado y formalizaran su relación, por lo que el rey fantasma tenía pensado llevar al dios a algún restaurante para comer y beber juntos. Sin importar lo que pasara iba a disfrutar de este día totalmente y no dejaría que nada lo arruinara.

Al menos, ese era el plan.

— ¡Quíteme las manos de encima!

He Xuan salió de sus pensamientos al escuchar la voz airada de Shi QingXuan y apuró el paso temiendo lo peor hasta llegar al origen de aquel alboroto: una hermosa dama de blanco se encontraba rodeada por tres hombres, uno de los cuales la tenía sujeta del brazo rasgando su vestido, dejando al descubierto su piel nívea y hermosa.

Los celos se hicieron presa del Supremo con tal imagen. ¿Qué se creían esos mortales? ¡Solo él tenía derecho de disfrutar esa vista!

Por su parte, Shi QingXuan estaba indignado. Había pensado que sería una buena idea presentarse a su cita con su forma femenina para darle una sorpresa a su pareja y se había topado con esta panda de idiotas. ¡Incluso uno de ellos se atrevió a rasgar su vestido! Era el colmo de la mala suerte. El Señor del Viento quería llorar de la rabia, este era su vestido favorito y ahora estaba arruinado.

— Es una omega— dijo otro—. Y no está marcada.

¡Él no era ningún ganado! Shi QingXuan iba a hacerlos puré con una ventisca, estaba seguro de que esto no contaba como oprimir a los mortales, para nada. Sin embargo, antes de que pudiera hacer nada columnas de agua aparecieron atravesando a los mortales y la diosa se escabulló lejos de ellos, chocando con He Xuan. Su mirada oscura le dio miedo y por un momento creyó que la culparía por lo sucedido, pero con una voz entre suave y tensa el Supremo preguntó:

— ¿Quién fue?
— ¿Eh?— inquirió Shi QingXuan sin entender.
— Tu vestido. ¿Quién lo rasgó?

Shi QingXuan señaló a uno de los hombres, el cual fue destrozado por las columnas de agua. La mirada furiosa de He Xuan recorrió a los hombres restantes y con voz cavernosa dijo:

— La buena fortuna escapará de todos ustedes.

Shi QingXuan sintió un escalofrío, cayendo en cuenta de lo que había pasado. ¡He Xuan los había maldecido a todos! De inmediato sintió los brazos del fantasma rodeando su cuerpo, y una túnica negra se posó en sus hombros tapando sus ropas rasgadas y He Xuan alejó al dios de allí, dirigiéndose a un callejón oscuro y desierto.

— No dejaré que nadie vea ni toque lo que es mío— dijo.

Shi QingXuan supo qué iba a hacer en ese instante.

Inicio de ceroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora