26.- Anidados

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He Xuan tocó la puerta de la habitación que Shi QingXuan solía usar como su nido. La agresividad de la diosa había aumentado exponencialmente, a tal grado que el rey fantasma ya no podía abrir la puerta sin recibir un zapatazo al instante, por lo que esta vez esperó a recibir permiso.

Al poco rato escuchó la voz de la diosa diciendo:

— Adelante.

El Supremo abrió la puerta, cerrándola tras de sí y entró con cuidado, acercándose a dónde se encontraba su amada. Shi QingXuan volteó con una sonrisa y extendió una mano haciendo espacio en su lecho.

— A-Xuan, ven— dijo.

He Xuan tomó su mano, acostándose al lado de la diosa, ambos se quedaron en el nido uno junto al otro en un agradable silencio, en una relajada paz que no habían sentido antes, este era su momento pacífico en el que podían olvidarse de todo lo sucedido anteriormente y fingir que nada de eso había pasado.

Ninguno de los dos sabía si decirle o no a sus hijos.

— ¿Qué te gustaría que fueran?— preguntó Shi QingXuan de repente, girando para quedar frente a He Xuan.

— Quisiera que uno fuera una niña— respondió He Xuan apoyando una mano en el vientre de la diosa, acariciando levemente—. Pero los dos serán amados por igual.

— Por supuesto que sí— coincidió Shi QingXuan.

No haría ningún favoritismo entre sus hijos. Eran el fruto de su amor con su persona amada y serían completamente especiales por igual.

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