13.- Gargantilla

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He Xuan puso una pequeña caja frente a Shi QingXuan, en la mesa. Era más común que el dios se quedara en el palacio de la calamidad, por lo que se había vuelto costumbre que desayunaran juntos lo que sea que la deidad hubiera cocinado.

— Lo encontré entre los restos del último barco que se hundió— dijo el Supremo—. Estaba en el botín y no creí que debiera perderse.
— Oh…

Shi QingXuan sonrió tomando la cajita. Estaba seguro que el resto del botín había ido a parar a las arcas de Hua Cheng, pero no dijo nada al respecto. La única vez que tocaron el tema, Shi QingXuan le había ofrecido pagar su deuda pero He Xuan se negó rotundamente alegando que era su asunto y no quería depender de él para arreglarlo… así que tuvo que aceptar que el dios solventará sus gastos actuales para evitar que esa deuda creciera aún más. Shi QingXuan estaba un poco frustrado de que no le dejara ayudarle más pero tampoco iba a insistir al respecto. Sacudiendo esos pensamientos de su mente, Shi QingXuan abrió la caja y se quedó boquiabierto viendo el interior: una gargantilla de plata con un colgante de zafiro. ¡Era la gargantilla más bella que había visto en su vida!

— ¿Te gusta?— preguntó He Xuan con una sonrisa de satisfacción.
— Me encanta— dijo Shi QingXuan, embelesado—. Es hermosa.

He Xuan tomó el accesorio y se lo puso a Shi QingXuan, mordisqueando levemente la cadena al tiempo que besaba el cuello del dios.

— Se ve más hermosa colgada de tu cuello— susurró a su oído.

Shi QingXuan se sonrojó violentamente, cubriéndose la cara con las manos.

— A-Xuan siempre me toma por sorpresa— dijo—. ¿Por qué eres así?
— ¿No me amas de ese modo?— preguntó He Xuan, acariciando su abdomen a través de las túnicas.
— S-sí…
— Entonces no necesitas más respuesta.

Tras decir esto, el Supremo cargó en brazos al dios. Era hora de comer el postre.

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