II.

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El dolor aún la recorría, sin embargo, se levantó de la cama. Las heridas y moretones aún se mostraban en su piel con claridad, sin embargo ya se había ausentado lo suficiente a clases.

El rumor se exparció sobre cierta chica misteriosa que logró una controversia dentro de la famosa pandilla, aunque nadie sabía que había sido ella. Muchos miembros fueron expuestos, y tras ello fueron sacados de Black Dragons. Poco a poco se estaban limpiando y recobrando de lo ocurrido.

─¿¡Está bien, Takami-senpai!?

Rió ante la preocupación de las personas que la reconocían. Era bastante popular en la escuela, bastante querida por todos. Era obvio que al verla se asustarían, se veía como si hubiera sido atropellada tres veces.

Igual así se sentía ella.

─Estoy bien, estoy bien.

Apenas podía recordar lo que ocurrió esa noche, tal vez por haberle abierto una vieja herida en su corazón.

Takami Zai, estudiante de segundo año. A sus diecisiete años ya había experimentado toda clase de horrores que podía haber sobre la Tierra, y aún no dejaban de pasarle graves tragedias. Se preguntó si su vida podría ser peor a esto.

─¿¡Zai!?

Lys, su mejor amiga, fue la que peor se tomó todo. Desde que se enteró de lo ocurrido había llorado sin parar, y ahora que la veía de vuelta en la escuela volvió a romper en llanto abrazando a la pelinegra.

─Ya, estoy bien. Me viste ayer, tonta.

─¡P-pero, pero...!

─Que ya... ¡que asco, me estas llenando de mocos!

Así comenzó su mañana. Las clases fluían lentas en esa escuela, aunque ella prefería estar ahí que sola en su hogar. Su soledad era insípida y dejaba un mal sabor en su boca. Odiaba estar sola, pues era cuando su mente tomaba el control y la despedazaba.

Lys la acompañaba siempre. Se conocieron en escuela media cuando ella llegó como nueva nadie se atrevía a hablarle, pues ella siempre apartaba a todos y llevaba escalofriantes heridas en ella que poco a poco iban sanando. Su amiga pelimorada fue la única en hacerlo, acompañándola en sus almuerzos. Poco a poco la ayudó a volver, Zai sentía que le debía su vida a la energética chica. De no ser por ella, hubiera caído en el peso de su pasado y hubiera terminado con su propia vida.

─¡Nos vemos! ─dejó un gran beso en su mejilla como despedida tras acompañarla a su última clase, electiva Salud.

Tomó asiento en la mesa vacía y suspiró con cansancio. ─Oi, Takami, ¿estas bien?

Miró al chico parado junto a su mesa, era un chico de tercero que compartían esa clase juntos. Habían tanto personas de primero, segundo y tercer año en clases electivas como esa.

─Todos se preocupan demasiado ─le regaló una sonrisa para restarle importancia ─. Estoy bien, Shiro-senpai.

─B-Bueno ─el mayor se sonrojó ─. ¿Puedo sentarme junto a...?

La conversación fue interrumpida por el sonido de la silla. Ambos miraron al asiento que se encontraba junto a Zai, ahora siendo ocupada por un no-tan-desconocido chico de cabellos blancos y mirada aburrida. Shiro crispó de miedo cuando los ojos morados pararon en él, despidiéndose de la pelinegra y sentándose tras ellos.

Él. Lo había visto antes. Era él, uno de los líderes de Black Dragons que se encontraba esa noche. Compartieron mirada unos segundos antes de que la más joven la apartara con molestia, sintiendo como su día se había arruinado. Sabía que lo había visto antes, sin embargo, jamás compartieron palabras. ¿Por qué tomaba asiento junto a ella si jamás habían hablado?

Era una vista peculiar para todos los estudiantes de esa clase, incluso para los curiosos que pasaban frente a la clase. Ver una de las chicas más populares sentada junto al chico más temido y solitario era digno de una historieta de comedia romántica. Claro que, en menos de unos minutos, los que pasaban frente a la clase comenzaron a contar a otros lo visto.

─Bueno, estudiantes. Comencemos.

Ninguno de los dos compartió palabras. Escribieron lo que el maestro les ordenaba, que era bastante. Zai se negaba a siquiera observarlo, una pequeña espina de resentimiento en ella. Él no había echo ningún daño, almenos no directamente, pero no podía evitar sentir esa molestia al pandillero. Ni siquiera sabía su nombre, tampoco le importaba.

Cuando la clase acabó, se levantó primero y salió de la clase antes de tener que enfrentarse a él. A las afueras de la escuela se encontró con Lys, quien no pudo evitar preguntar por el rumor que en una hora ya había cubierto toda la escuela.

─¿¡Por qué hablabas con Imaushi-senpai!?

La miró con aburrimiento mientras ambas comenzaban a caminar hacia sus hogares. ─Si te refieres al chico de cabello blanco; no hablé con él.

─Sí, ¡ese es Imaushi-senpai! No habla con nadie y siempre se sienta aparte de todos, solo habla con los de su pandilla... ¡espera! ¡Es de los líderes de Black Dragons!

─Lo sé, casi mato a un tipo frente a él, ¿sabes?

─¡No puedo creerlo! ─chilló la pelimorada ─. ¡Esto es inesperado y es digno de un drama coreano, Zai!

La empujó con molestia mientras ella continuaba hablándole del que ahora descubrió quién era. Wakasa Imaushi de tercer año, miembro fundador de Black Dragons y actualmente el capitán de la Unidad Especial de Ataque. Era un año mayor que ella, evidentemente. Toda esta siendo información que no pidió y que olvidaría en un instante por el poco interés que le tenía.

Llegó a su solitaria casa, siendo recibida por su perro. Vivía sola desde que cumplió sus dieciséis años y pudo salir del orfanato, también le entregaron todas las propiedades que le pertenecían. Así terminó teniendo mucho dinero y hogar en el cual vivir, nada de eso era suyo realmente, pero era lo mínimo que podía tener tras lo ocurrido siete años atrás.

Tuvo que madurar mucho antes que otros, su vida llena de historias tristes que no se podría desear a nadie.

Cenó junto a Nala, la pequeña pitbull que disfrutó de su plato colocado junto a la mesa mientras su dueña comía algo de ramen. Luego se acostaron en la sala, Zai vió una película hasta caer rendida ante el sueño.

umbrella➨ wakasa i.Where stories live. Discover now