Capítulo 18. Un Problema

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Suspiré, ciertamente existía un dejo melancólico en la calidez del aire que chocaba sobre mis heladas manos. El chofer de Katsuo era un hombre de la antigua escuela, literalmente, y he de reconocer que me encantaron los detalles en su hablar y tratar, aquellos modales que no se ven ya realmente en nuestras nuevas generaciones; era todo un caballero.


[[Ya voy a abordar]] 7:40 am.


Siempre me fascinó viajar, los aeropuertos me parecían puertas a una gran y mágica aventura, me causaba mariposas en el estómago caminar el tubo metálico que conectaba al avión, aquel pequeño paso dónde subías ya en dirección a tu destino…


Destino.


Apagué mi celular y lo guardé en la bolsa de mi sudadera negra. No había nada de magia o mariposas sobre mi insípido y apagado ser, mi consuelo era sacar los brazos de las mangas de mi sudadera y enrollarlos sobre la piel caliente de mi abdomen; pegándome al frío cristal de la ventanilla al lado mío; afuera se miraba la oscuridad que se extendía por toda la pista de vuelo.


El aire de la cabina helaba la mezclilla que se cernía sobre mi piel. Mi mente iba una y otra vez a aquellos oscuros ojos que brillaron, solo por un momento al encontrarse con otros… esos bellísimos ojos retratados. Estaba mal, lo sabía desde las entrañas de mi interior, pero en realidad me había conmovido, me llevaba directamente a pensar que quizá lo estábamos juzgando mal.


-Señorita- habló una delgada mujer de escasos 30 años, sacándome de la opaca burbuja en la que me encontraba -¿Le gustaría tomar algo o tener algún aperitivo?- parpadeé algo desorientada; ella vestía un uniforme morado con una gabardina de verde y una blusa blanca ceñida.


-No- la miré enderezarse -No, muchas gracias- sonreí de forma forzada a lo que ella respondió con gentileza y se alejó.


Lo último que Donnie me había dicho fue que Casey y April me iban a recoger en el aeropuerto. También sabía que la policía, junto con los guarda bosques de “Lacandona” ahora delimitaban las áreas en cuestión, para que no hubiera ningún incidente con turistas por lo que técnicamente los chicos estaban vagando libremente por la selva; la simple idea de verlos me causaba alguna clase de enjambre emocional, seguía conflictuada, ni siquiera mi mente se atrevía a pensar en lo que se venía de frente y hasta suspirar, por más increíble que fuera, ya solo me parecía una pérdida de tiempo; si fuese cierto que al suspirar pierdes un pedacito de tu alma, yo sería una pequeña semillita vacía y hueca.


La perspectiva de Rapha:

Lacandona era un asco, era técnicamente increíble y casi imposible el como un paraíso como lo es “La Gran Selva Lacandona” se había vuelto un tedioso y agobiante lugar para pasar los días. Leo se había encargado de hacerles la estancia miserable a sus hermanos, con sus arranques neuróticos, sus patrullajes hasta muy noche; básicamente la tensión constante se había vuelto tan palpable que casi comenzaba a existir hasta un sabor para ella y este día en particular, no era la excepción.
Desde que Raphael llegó al campamento por la noche y encontró las rígidas y estresadas expresiones de sus hermanos sabía que algo simplemente había salido mal, más de lo que ya estaba saliendo.


-¿Tu dónde estabas?- Raphael pudo notar el mal humor de su hermano aún estando a la distancia.


-Que mierda te importa Leo- optó por ignorarlo tanto como ya se le había hecho la costumbre.


Raphael había salido a despejar su mente; Leonardo era un grano de arena en el culo para él, Mickey solo se quejaba de que quería ver a “su princesita” y Donnie ni siquiera parecía estar ahí. Esta misión era una mierda, no acción, no avances, una puta mierda en verdad y lo peor era que había una pequeña astilla clavada en lo profundo de su mente que lo irritaba a morir, no había otra cosa que deseara más que extirpar a toda costa esa maldita astilla; cosa que no lograba para nada.

(TMNT) Desde las sombras te protejo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora