Capítulo 1. Una noche casi perfecta

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Nueva York jamás fue ni será una ciudad silenciosa, ni siquiera en las noches. El sonido de los carros y camiones transitando las calles y avenidas ya es suficiente para mantener a alguien despierto por un buen rato.

Los neoyorkinos ya están acostumbrados a dormir con tal escándalo emanando desde afuera de sus ventanas, pero para mí buena desgracia yo llevo 3 meses viviendo aquí y aún no logro ensordecer el constante movimiento de las llantas.

Miré el pavimento ya agrietado del largo uso y las llantas del camión rodar por encima de ellas dejándolas atrás. En mi estancia, esta era la primera vez que salía de la universidad tan tarde.

La semana de evaluación se aproximaba y mis maestros de artes y humanidades no estaban teniendo misericordia conmigo. Voy en mi último año de universidad y fui transferida de mi país natal a Nueva York.

"Una ciudad llena de nuevas y mejores oportunidades" había dicho mi maestro. Entrar a una escuela especializada en las artes de por sí ya era exigente pero jamás conté con que aparte de las 7 materias del especifico que elegí, artes plásticas, tendría otras 7 clases más, impartidas del tronco común. Claro que ya había sobrevivido los últimos dos años, pero seguía siendo misión imposible.

Miré mi celular, 12:30 a.m.; era tarde y aún tenía que llegar a terminar la tarea de otras dos asignaturas. Seré honesta, pensar que me esperaba un apartamento ciertamente vacío y oscuro tampoco era reconfortante; mis padres habían alquilado uno para que pudiera estudiar más cerca de mi universidad y que yo ayudaba con algunos trabajos que vendía por internet. Y vaya, de hacer 8 horas de vuelo y 1 hora más para llegar a mi universidad a 30 minutos en camión más 5 caminando era un cambio realmente bueno, solo que emocionalmente era mejor la compañía.

Echando un vistazo dentro del camión veo cómo otros pasajeros que parecían estudiantes como yo dormían apaciblemente pese al constante zangoloteo y ruido que hacía el mismo camión.

Qué envidia.

Mi parada llegó y con cierta experiencia de preparatoria logré levantarme ágilmente con mi mochila en la espalda, mi portafolio con mis trabajos de artes y mis reglas. Éxito. Bajé del camión y este se fue apenas toqué el suelo. Miré a mí al rededor y me pareció extraño que las calles se encontraran vacías en su mayoría, a la distancia podía ver carros pasar y una que otra persona, pero ninguna hacia mi dirección.

Empecé a caminar rumbo a mi departamento. Cuando llegué saqué las llaves dejando mi portafolio a un lado.

Sencillo pero lindo diría yo si tuviera que elegir dos palabras para describirlo, típico departamento reducido de la gran ciudad. La entrada era un tanto estrecha pero luego se abría para dar paso a la cocina que se pegaba con la sala de estar, un baño y una habitación.

-Llegue- dijé con cierta ironía al saber que no tendría una respuesta.

Manos a la obra.

Cuando terminé la tarea el sueño aún me huía por lo que fui a la sala de estar y me senté en el sillón frente a la tele, una mesita de café se interponía entre la tele y yo, en ella estaba mi libreta de dibujos y mi lápiz con una tortuguita de plástico en la parte superior del mismo.

No es justa la tentación que me pone, como ya había dicho antes, jamás en los meses que llevo había presenciado tanto silencio en Nueva York. Tomé mi libreta y mi lápiz; si algo me encanta del viejo departamento es la ventana de la sala que daba a esas típicas escaleras por fuera de los edificios como salidas de emergencia contra incendios; salí por la misma y me dispuse a subir al techo. Aunque técnicamente estaba prohibido usarlas sin motivo válido sabía que nadie me vería a estas altas horas de la noche.

(TMNT) Desde las sombras te protejo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora