Capítulo 21

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"Las palabras son armas, solo hay que aprender a usarlas."

Lan-Sui

Miko caminaba por los pasillos del palacio de la montaña, cargando una charola de hielo con comida recién hecha. Sopa de frutos, mermelada de fresa, pan calientito, esponjoso y suave, un trozo de carne acompañado con verduras, y una taza de té de manzanilla con fresa.

La fresa abundaba en esa época, y Miko estaba orgullosa de que gran parte de la cantidad recolectada le perteneciera por plantar dicha fruta un par de meses atrás. Pero, a la vez le daba un sabor agridulce que le revolvía el estómago.

Habían pasado dos meses más desde su llegada, y la relación que tenía con Lan-Sui no mejoró ni un poquito. Frustrada de tanto pelear, aunque al inicio parecía una rutina interesante esa de enojarse cada dos por tres, ahora de verdad deseaba de todo corazón parar sus constantes disputas con el demonio, quien le hacía justo honor a su mala fama en el mundo exterior.

Sus hermanos le sugirieron que hiciera las pases, JiuJiu dijo que le ofreciera alcohol, Miko descartó la idea de inmediato, si Lan-Sui normal era difícil de tratar, una Lan-Sui ebria bien podría llegar a ser peor. Por su parte, Zaia dijo que hablara con ella, pero Miko se sentía mal llegar de la nada y exigirle una plática, así que, escuchando a la antigua emperatriz, se decidió por hablar de una buena vez, poniendo como excusa el desayuno exigente de Lan-Sui.

Entró al estudio donde su compañera pasaba la mayor parte del tiempo, fingiendo revisar informes cuando en realidad, lo único útil que hacía era no molestar a Katana.

Las orejas de Lan-Sui se movieron al escuchar la puerta abrirse y luego el sonido tan familiar que hacía Miko al caminar. Estaba recostada en un montón de almohadas y telas suaves, no se levantó cuando la otra persona se acercó, y tampoco apartó la mirada del libro que hojeaba cuando Miko se colocó frente a ella, dejando la bandeja en una mesita baja al alcance de Lan-Sui.

—Gracias. —Lan-Sui estiró su mano para tomar una de las fresas que acompañaban la presentación del pan, pero antes de que las yemas de sus dedos tocaran la fruta Miko le dio un manazo.

—No tienes permitido comer.

—¿Entonces para que trajiste todo esto? —Lan-Sui cerró de golpe el libro y lo hizo desaparecer con una llamarada de fuego azul. —Puede que tengamos suficiente como para gastar, pero no desperdicies comida.

—He dicho que no comerás. —Miko atrapó la muñeca de Lan-Sui, quien de nuevo intentó tomar una fruta. —Al menos no hasta que me escuches.

—¡Se enfriará el pan! —Protestó Lan-Sui, pero Miko no cedió.

De mala gana apartó la mano y se dejó caer sobre un enorme almohadón plateado, cubierto por todos lados con copos pequeños, los cuales saltaron en el aire cuando el nuevo peso se hundió de repente.

—Bien, habla.

Miko buscó un lugar para sentarse, no tan cerca de la puerta, pero tampoco tan lejos, si su plan fallaba y volvían a pelear, al menos podría huir antes de que Lan-Sui destruyera esa zona del palacio.

—Ya no quiero pelear contigo.

—Una pena, no todos tienen ese derecho.

Una almohada voló en dirección a la cabeza de Lan-Sui, ella se dejó golpear, sin hacer absolutamente nada para esquivar o bloquear el infantil ataque.

—Hablo enserio.

—Pues yo igual. —Lan-Sui sonrió. —Ve al mundo exterior y pregunta cuantos han peleado conmigo, así como tú, ve y pregunta si dejé que alguien me gritara, o si luego de un breve insulto esa persona siguió con vida.

—No quiero que me perdones solo porque te recuerdo a Mo-Quing.

La sonrisa desapareció del rostro de Lan-Sui, sus ojos se ensombrecieron y sus manos aferraron las mangas de su hanfu.

—No la menciones. Te he dicho muchas veces que si no quieres que la recuerde cuando estoy contigo entonces no la menciones, nombrándola solo lo haces más difícil para mí.

—¿Y crees que para mí no es difícil? Vivir todos los días, todo el tiempo, siendo comparada con una persona muerta.

—Miko.

—Que ames a alguien que ya no está creo que no es malo, pero que te aferres a esa persona hasta el punto de que me veas como ella. ¿Cómo crees que me haces sentir?

—Miko.

—Y no solo eso Lan-Sui, me tomas como ella, pero lo malo viene cuando esperas que actúe igual. ¡Entiende! ¡Somos personas distintas!

—¡Miko! —Lan-Sui la dejó paralizada en su lugar cuando su voz se elevó para callarla.

Miko desvió la mirada y comenzó a ponerse de pie.

—Debí suponer que esto no funcionaría.

—Miko. —Lan-Sui la detuvo sosteniéndola por la muñeca forrada en cuero. —Quieres hablar, bien, hablemos, pero ambas, no solo tú. Escúchame, así como yo te escucharé.

En silencio regresó a sentarse, Lan-Sui la soltó al ver que no pensaba irse.

Ambas se miraron por unos minutos, Miko planeaba hablar cuando Lan-Sui comenzó antes.

—No te comparo con Mo-Quing, admito que hay gestos o similitudes que a veces me recuerdan a ella, pero nunca te he comparado. —Miko abrió la boca, pero Lan-Sui la calló con un ademán suave. —Espera hasta que termine.

Volviendo a quedar en silencio, Miko jugueteó con la cinta que estaba atada a su cintura, escuchando con atención cada una de las palabras que Lan-Sui decía.

—Mo-Quing es alguien importante para mí, pero nunca hubo nada más que una relación amistosa. Ya no está, y, aunque fue una buena maestra y amiga, por derecho y elección tú eres mi pareja, no puedes, y yo tampoco, compararte con ella. Una vez dije que me recordaste a Mo-Quing, desde ahí asumiste que te comparaba y comenzaste a reprochármelo, tuve culpa por no aclarar las cosas desde el comienzo, lo admito, pero espero que no sea tarde para dejar en claro todo.

Miko sintió la mirada sobre ella y alzó la cabeza, topándose con aquellos ojos de color extraordinario fijos en ella.

—¿La amabas? —preguntó, aunque en el fondo conocía la respuesta.

—Mmn, pero eso no significa que ella me amara a mí.

—Estoy segura de que igual te amaba. ¿Quién en el mundo no lo haría?

La risa de Lan-Sui, similar a la de un niño inocente, hizo sentir a Miko como si estuviera en el cielo.

—Quizá, nunca llegué a confirmarlo. Pero ese no es el punto, el asunto es que, puede que yo la ame, pero ahora que estás aquí debo aprender a dejar ir lo que no fue para no lastimar lo que es. Me llevará algo de tiempo, pero espero que su alteza pueda permitirme ir despacio.

—No quiero obligarte a amarme, porque ni siquiera yo sé que siento con respecto a ti. Mis sentimientos son un desastre.

—Los míos igual. —Lan-Sui tomó uno de sus mechones de cabello para alisarlo. —Por eso espero que podamos tomarnos nuestro tiempo, dejar de pelar por todo es un buen comienzo. Si las cosas se dan, entonces podremos ser pareja, si no, veo bien quedar como compañeras con un vínculo amistoso.

Miko acercó la mesa hacía Lan-Sui, con una pregunta silenciosa asintió a modo de respuesta y Lan-Sui por fin pudo comer aquella fresa sin interrupciones.

—Entonces me retiro. —Miko se levantó un poco más tranquila. —Gracias por todo.

—No hace falta agradecer. Pero no era necesario que cocinaras solo para tener una excusa para venir.

En ese momento una alarma sonó en todo el lugar, un grito furioso de Dalial llegó hasta donde Miko seguía parada, haciendo que su cuerpo se estremeciera.

—¿Crees que vuelva a castigarme por quemar la cocina?

Lan-Sui se encogió de hombros.

—Creo que sería un castigo injusto, en especial porque la comida está deliciosa.

Lamentablemente Dalial no perdonaba a nadie, y Miko estuvo castigada de nuevo durante la mitad de la mañana.

The princess and the demon witchWhere stories live. Discover now