23. Visita

270 23 10
                                    

— ¡Hola, Betty! — La azabache camina rápidamente hasta su amiga y le da un abrazo.

— ¡Hola, amiga! Me alegra mucho verte. — Sonríe.

— Gracias por recibirme en tu casa, corazón. Te he extrañado. — Toma asiento en el gran sillón gris.

— Y yo a ti. Quería que me cuentes todo lo que está ocurriendo, cómo te estás sintiendo con el Doctor... Bueno, tu novio. — Ambos ríen. — Aunque ya es mi cuñado, ¿verdad?

— Ni lo dudes, tú eres la cupido de nuestra relación. — Le guiña un ojo. — Y sí, vengo a resolver todas toditas tus dudas.

— Cuéntame, ¿Cómo está yendo todo entre ustedes?

— Más que bien, lo juro. Mario me hace sentir muy bien, estoy muy feliz. Aprovechamos al máximo cada día juntos, ya en unos días cumplimos nuestro primer mes y no sabes lo emocionada que estoy. — Betty sonrió enternecida ante lo que dijo su amiga sobre su noviazgo.

— Ya llevamos todos estos días de vacaciones, y ya en poco volvemos al trabajo. Quiero ser testigo de lo que pase entre ustedes. — Pinzón caminó hasta su cocina y sirvió gaseosa en dos vasos para las dos amigas.

— Nunca la había visto tan chismosa a usted, ¿Está enferma? O... ¡¿Estás embarazada?! Amiga, ¿Te acuerdas cuándo te dije que sin gorrito no hay fiesta? Debiste hacerme caso...

Betty golpeó el brazo de Sandra.

— Cállate, tonta. — Ríe. — No está en mis planes tener otro hijo. Con Camila me basta.

— Bueno, si tú lo dices. Pero igual lo que te dije es lema de la vida, recuérdalo. — La señala.

— Eso debería decirte a ti. — Enarcó una ceja.

— ¡Virgen hasta el matrimonio!

Beatriz cruzó sus brazos.

— Cuál virgen, ¿Cuál virgen, Sandra? — Pregunta acercándose peligrosamente a su amiga.

— ¿No estábamos jugando a los chistes?

— Mi casa es el circo, verás. — Dice Betty.

— Sí, ya me dí cuenta...

Dijo Sandra mientras veía a Armando  bajando de las escaleras con su hija en brazos, con una nariz roja y peluca colorida sobre su cabeza.

Cierto hombre de voz gruesa, que en éste momento se encontraba hablando con voz aguda hacia su hija, estaba maquillado de forma extraña aparte de su “disfraz”.

— ¡Circo decían! — Grita Sandra y Mendoza dirige su mirada hacia ella y su esposa.

Él abre sus ojos lo más humanamente posible y se quita la peluca.

— H-hola, Sandra. Que agradable tu visita, Betty no me dijo que venías. — Sonreía fingidamente.

La nombrada soltó una gran carcajada.

— La verdad es que me alegra que no te haya dicho porque sin duda no quería perderme esto. — Dice entre risas.

— ¿Qué es lo que tanto da risa? — Pregunta Armando con una mirada desafiante.

Betty ríe al unísono con Sandra.

— Mounstris... Eres tan tierno, pero si da risa tu maquillaje y todo eso que te has puesto. — Se acerca y le da un casto beso en los labios.

— Disculpen ¿no? Pero estoy aquí, no me provoquen diabetes. — La pelinegra hace una mueca de desagrado.

— No pues, ¡La sin sentimientos! Lamento comentarte que no me interesa, te aguantas. — Musita Armando.

Sé que fue un error • MandraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora