38. El gran día

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—¡Sandra, despierta! ¡Es hoy!

La nombrada gruñó entre sueños, “es hoy” ¿Qué día era hoy y qué tan especial lo era cómo para que la quieran levantar a gritos?

Oh, espera...

Lo es, es hoy.

—¡Mi matrimonio!—Rápidamente despertó y una sonrisa se asomó en su rostro.

—Exactamente, hoy día es tu matrimonio.—Dijo Mariana, sonriente.

No podía creerlo, ¿acaso era una broma? ¡Finalmente se casaría con el hombre de sus sueños! Demonios, se sentía en las nubes.

—Cámbiate y vas a desayunar, en un rato llegará la estilista a maquillarte y peinarte ¿Vale?—Habló una vez más la linda morena.

—Sí, sí, ahora voy.

Al verla asentir y retirarse de la habitación, se paró de su cama y buscó en su clóset lo que se pondría... Algo casual, un chándal gris y una camiseta blanca con un diseño de... ¿Un cerdito? Bueno, estaría en la casa, de igual forma le importa muy poco si la estilista la mira mal por su ropa ¡Tampoco tenía el derecho de opinar, le estaban pagando por algo muy diferente a mirar la bobada que se puso en el cuerpo!

Carajo, debería dejar de pensar tanto en estupideces... ¡Hoy es su matrimonio!

Dió pequeños saltitos en el mismo lugar y se dirigió hacia la cocina con una gran sonrisa.

—Mija, la veo muy feliz.—Aura María apareció de repente provocándole un pequeño susto.—¡Fresca!—Rió.

—Me asustaste.

—Lo siento, mija.—Sonrió, apenada.—Ven, te mandaron un desayuno muy rico.

Abrió una caja mediana donde fácilmente cabría lo que la castaña describió. Sandra vió lo que se encontraba en su interior, ¡Era más que bonito! Aparte del desayuno habían pétalos de rosas alrededor, fotos de Mario junto a ella y una carta.

—¡Amo a Mario! ¡Lo amo, lo amo, lo amo!—Soltó un gritito que reventó los tímpanos de su amiga.

Minutos después una sonriente Mariana ingresó a la cocina y no dudó en acercarse.

—¿Le gustó?—Le susurró a la castaña.

—Casi me deja sin el sentido del oído, no para de gritar desde hace quince minutos... Es obvio que le gustó, pero ayúdame, por favor.—Tapó sus orejas con sus manos con urgencia.

Sí, Sandra volvió a gritar.

—Ya veo.—Repitió la acción de su menor.

—¡Mario es lo mejor que me pudo pasar, lo amo tanto, tanto que me siento tan feliz de casarme con él!—Envolvió a sus amigas en un fuerte abrazo, aquellas lucharon por conseguir un poco de oxígeno.

—San...Sandra, no po...podemos respi...rar.—Aura María avisó con notoria dificultad.

Rápidamente la nombrada las soltó y no paró de disculparse durante mucho tiempo, ellas rieron por su insistencia y dejaron que desayune en paz.

—¿Quieren?—Interrogó, ya que; había notado que sus amigas babeaban observando lo que comía.

—No, claro que no.—Las dos mujeres respondieron al unísono, era mentira.

—No se hagan las difíciles, coman.

Sin dudarlo más, comieron junto a ella, pero sonó el timbre de la casa.

—Oh, debe ser la estilista.—Mariana corrió hacia la puerta y la abrió, una mujer rubia estaba parada sosteniendo una mochila.—¡Buen día! ¿Usted es la estilista?

Sé que fue un error • MandraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora