31. Propuesta

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Quién diría que Mario Calderón estaría a tan sólo unas horas de proponerle matrimonio a su amada, pero, ya no quería esperar más.

Hoy cumplirían un año de noviazgo, de puro amor y felicidad. ¿Eso sonó muy cursi? Sí, bueno, es la verdad.

Quería ser feliz al lado de Sandra hasta el final de sus días.

Y así sería, se tardó mucho planeando como lo realizaría junto a su mejor amigo.

— Armando, ¿Qué haría sin ti? Todo, porque realmente no me importa. — Mario rió, tomó la cesta con pétalos de rosas rojas y las repartió por el suelo de madera. Hasta que, el contrario lo empujó y cayó contra este, estropeando todo su trabajo. — ¡Ah! — Se quejó.

— Cretino, para la próxima ni de broma te ayudo. — Replicó burlón el pelinegro.

— Te odio.

— Aww, y yo. Ahora levántate antes de que golpee tu cabeza contra la puerta. — Formó un corazón con sus manos y continuó con el quehacer.

— Hijo de...

— ¡Te estoy escuchando! — Musitó Armando desde la cocina.

Mario suspiró y se levantó del suelo, vió el desastre que había provocado gracias a Armando.

¿Para qué enemigos si tenía a Armando Mendoza?

— Ahora voy a tener que volver a hacer todo... ¡Ojalá te mueras, Mendoza! — Gritó con todas sus fuerzas recibiendo como respuesta una carcajada del mencionado.

<3

Calderón silvó y asintió repetidamente con la cabeza mientras observaba el gran salón muy bien decorado.

— ¡Quedó muy bien! — Dió saltitos. — ¡Lo logramos, Armando! — Sorprendió a su mejor amigo con un abrazo.

— ¡Lo logramos! — Dieron giros en el mismo sitio, emocionados. — Ahora tocará lo más importante. Alistarnos, y esperar a Sandra y Betty para la propuesta.

— Tengo miedo, de que, ella no acepte.

— Mario... Sabes que eso no pasará, confía en mí.

El mencionado puchereó.

— Está bien, confío en ti.

<3

Sandra se encontraba en casa de Betty arreglándose, aunque, no sepa para que era. La confusión llenaba cada una de las partes de su cerebro. Lo único que Betty le dijo fue:

“Sandra, tenemos que ir a un lugar. Arréglate y utiliza esas prendas que te dejé en el clóset. En un rato vuelvo para irnos.” Ella sonrío y cerró la puerta de la habitación de invitados.

¿Qué estaba pasando y a dónde irá? Mientras pasaban los minutos, más dudas tenía.

Ojalá sea que me quieren regalar plata porque me vieron cara de pobre. Pensó.

Intentando olvidar sus raros pensamientos, terminó de colocarse el vestido que Betty le dejó. Luego de maquillarse un poco y peinarse, ya estaba lista.

La puerta fue tocada y abierta.

— Hola de nuevo, ¿Ya estás lista? — Pinzón sonrió.

Sé que fue un error • MandraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora