24. Un regreso inesperado

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— Patricia... — Mario susurra lo más audible posible.

— La misma. — La rubia mueve su cabello exageradamente.

Sandra traga saliva, realmente esto no estaba en sus planes. Que la mujer que tuvo una especie de “romance” con su novio esté presente ahora mismo no es tan bonito cómo creen.

— Patricia Fernández... Discúlpame por esto. No, no me disculpes porque realmente no me importa... ¡Regrésate a tu casa o a dónde vivas porque aquí no eres bienvenida! — Armando finalmente se redactó, las venas marcadas en su frente no daban una muy buena señal que digamos.

— ¡Ay, Armando! No tengo trabajo, no tengo a dónde ir. Por favor, te lo suplico, déjame trabajar aquí. — Lloriquea.

— ¡No! Eso te pasa por largarte de la nada, ¡Te regresas a tu casa o llamo a seguridad!

Betty corre hacia su esposo y lo detiene.

— A ver, calma. — La presidenta suelta un suspiro pesado. — Patricia... Cómo dice Armando, te fuiste de la nada y prácticamente dejaste tu puesto en nuestras manos. Tienes suerte, justamente estábamos buscando una secretaria para un ejecutivo que trabajará aquí temporalmente.. Cuando él se vaya, lastimosamente tú también tendrás que hacerlo, a menos que quieras tomar el puesto de encargada de limpieza y eso no creo que desees ¿Verdad?

— No, Betty. Claro que no, ¡Eso jamás!

La mayoría rueda los ojos.

Patricia, Patricia...

— Bueno, lo tomas o lo dejas. A él aún le queda un mes, así que, eso duraría toda tu estadía. — Encogió los hombros.

— Pero... ¿No puedo ser la secretaria de Mario? Le podría disminuir el trabajo a Sandra. — La ojiazul pestañea repetidas veces.

Sandra tenía unas inmensas ganas de arrancarle cada cabello rubio de esa cabeza hueca que mantenía Patricia. Pero, aunque la deje calva (que es su mayor objetivo) también podría obtener una demanda. Así que, no, descartado.

— No, gracias. — Dijo Mario en un tono decidido y molesto.

— ¡Pero, Mario!

— No, Patricia, estoy más que bien así, mucho mejor de lo que crees. — Abraza a su novia y le dedica una sonrisa.

¿Estoy sintiendo mariposas o estoy loca? Pensó la pelinegra.

— ¡Peliteñida, que rico verte! — Dicen las del cuartel hacia la rubia con sonrisas malévolas.

Aquella hace una mueca de desagrado y se voltea moviendo su cabello.

— Doctor Gutiérrez, llévela a su oficina para que firme su contrato. — Él asiente ante lo que dijo la presidenta. — Okey, bienvenida de nuevo. Nosotros nos vamos ¿sí? — Betty le preguntó disimuladamente a todos los que estaban presentes, y así fue, se marcharon.

Sandra se sentó en el asiento de su escritorio y detrás venía Mario.

Bueno, tal vez con una Patricia acercándose poco a poco a su novio.

— Hola, Mario... — Sonríe aquella rubia.

El castaño la ignoró y posó sus antebrazos en el escritorio de la pelinegra, le brinda caricias en la mejilla y le da un pequeño beso en esa zona.

— Mario, te estoy hablando. — Insiste.

Rueda los ojos y la menor ríe suavemente.

— ¿Qué pasa, Patricia? — Responde sin mirarla.

Sé que fue un error • MandraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora