29. Cargas dolorosas como un puñetazo

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Malia Landford

Mi escudo funciona y la dragona cae al suelo aún más cabreada. -Se puede saber de qué vas?! -grito. 

-Dímelo tú, lista, que te crees mejor que todos por ser una Hidra. -sonríe al ver mi cara de pánico. No se lo he dicho a nadie que no sea de confianza, cómo lo sabe? Bueno, ahora toda la cafetería lo sabe, y me miran mal, muy muy mal. -Eres peligrosa, y por eso West aún no ha vuelto. -se levanta y camina hacia mí, es mucho más alta que yo, pero me da igual. 

Dejo mis sentimientos de lado para poder absorber parte de sus aires de grandeza. -Y debería avergonzarme de ello? 

-Asquerosa Hidra, eres un asco. -me da una bofetada con tanta fuerza que gira mi cabeza. 

-No deberías haber hecho eso. -susurro sobando mi mejilla y sintiendo la ira de Jayden. -Estás muerta. 

Jayden la levanta del suelo por el cuello y la estampa contra una pared agrietándola. 

-Vale, Mad, haz lo tuyo. -Tessa e Iris la sueltan y ella salta sobre el resto del grupo. 

La cafetería se divide en dos, los que están de nuestro lado y lo que no. 

Varios dragones intentan acercarse a mí rompiendo mi escudo de humo. Yo lo mantengo con todas mis fuerzas. 

-Malía... -alguien me llama, detrás de mí. Pero ahí solo hay gente peleando. Aparece una grieta en mi escudo, lo cual me recuerda que debo concentrarme para que no se rompa. -Malía! 

Ma llaman cada vez con más fuerza, casi gritando, pero parece que nadie más lo escucha. 

Mi escudo se rompe y los dragones caen sobre mí, uno me sujeta y otro empieza a golpearme con fuerza. -Suéltame! -grito, pero solo siguen a lo suyo. 

-Malía, usa tu poder, puedes con ellos. -empiezo a concentrar energía en mis manos, la suficiente como para poder quemar su piel con frío. Agarro la cara del otro con una mano congelando su cuerpo al instante. 

-Alec! -el dragón que me agarraba se acerca al otro, yo me pongo en pie y corro para esconderme, pero alguien me encuentra antes. 

-Por Dios suéltame, prometo que no voy ha hacer nada...! 

-Tranqui, soy yo. -dice Iris. -Tenemos que salir de aquí antes de que... 

-Basta! -la voz de la directora resuena en la habitación. -Se puede saber qué es esto? Estamos en una institución! Fuera! Todos! -ordena. -Señor Quest, pare ya! -el sonido de sus tacones caminando rompe el silencio. 

Jayden está golpeando a la dragona que me molestó. No tiene pensado soltarla. -Jayden Quest! Si no para me veré obligada a expulsarle. -no reacciona, está perdido en la ira. 

-Tenemos que ayudarlo. -Iris agarra mi mano y susurra unas palabras. -No nos verá, agarra fuerte a Jayden. -susurra, caminamos hacia él. Al acercarnos veo la sangre que brota de la nariz de la chica y de su boca. Está hecha mierda. 

Agarro el brazo de Jayden antes de que vuelva a golpearla y él me mira con una furia tan profunda en sus ojos que incluso a mí me da miedo. Pero mantengo mi agarre. 

-Pero dónde se ha metido?! -la voz de la directora suena confundida. 

-Venga vamos! -los tres salimos de la cafetería corriendo a la entrada, con el resto de la gente. Hay un claro ambiente de tensión entre todos. 

No quieren confiar en nadie, ni en ellos mismos. 

-Listo.

-Qué hiciste? 

-Nos hice invisibles, controlo la luz, recuerdas? -sonríe. 

Los demás se nos acercan para preguntarnos si estamos bien. 

-Para ti esto no ha acabado aún, Malía. -dice Bryson.-Suerte chinchilla. -bromea. 

Siento una ira tan profunda detrás de mí que me provoca escalofríos y me deja congelada en mi sitio. 

Una mano me agarra la muñeca con fuerza y tira de mí escaleras arriba. 

Jayden. 

Me alegro que sea él y no la directora o algún profesor. Pero ellos no tardarán en encontrarme. 

Jayden camina tan rápido que empiezo a tropezarme con todo. -Jayden, me haces daño. -se detiene de golpe y me coge en brazos para echar a correr hacia su cuarto. Una vez dentro me deja en la cama, cierra la puerta y golpea la madera con tanta fuerza que las paredes retumban. 

Me encojo en mi sitio asustada mientras él sigue golpeando la puerta. No entiendo como esa madera es tan resistente. 

Después de quince minutos, tal vez media hora para de golpear la puerta y entra al baño cerrando de un portazo. 

Me permito levantarme e intentar tranquilizarme dando vueltas en la habitación. Aparto el pelo de mi cara y me agacho incontables veces para poder relajar mi mente y evadirme. 

Cojo mi móvil para escuchar música, pero recuerdo que se rompió la otra noche cuando aparecí en el bosque. Me empiezan a quemar los ojos, señal de que voy a llorar, y no quiero. 

No pensaba que aquello fuese a acabar así. 

Cuando creo que voy a derramar las primeras lágrimas, Jayden me pone una manta sobre los hombros y me rodea con sus brazos para tirarme a la cama. 

Tiene los nudillos vendados y algún rasguño en la cara, pero nada preocupante, nada excepto su ira. 

Está de muy mal humor, y no se molesta en ocultarlo. Su cara me lo dice todo. 

Me mira a los ojos, quiere tocarme pero no se atreve. Así que soy yo la que da el primer paso y pongo mi mano en su mejilla, rozo con la yema de mis dedos un moratón de su pómulo. 

Él pone su mano sobre la mía, al hacerlo sus venas se vuelven negras y el dolor que siento desaparece enseguida. Cierra los ojos y suelta nuestras manos. 

Acaricio su cara con lentitud hasta que su respiración se vuelve pausada y tranquila. Se ha dormido, pero me temo que cuando despierte sus ojos seguirán rojos del enfado. 

No entiendo cómo ha hecho eso, pero se lo agradezco. Siento que una carga se ha quitado de mis hombros, pero tengo miedo de que ahora esté sobre los suyos. 

The Monster I KnowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora