35. Se acabó

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Jayden Quest

Han pasado semanas y ella sigue siendo una estatua de piedra. Los rayos de sol de primavera la iluminan. 

La admiro sentado en el césped, delante de ella, está preciosa. 

Una mariposa se posa sobre la mano que tiene levantada hacia el cielo. Hay musgo sobre su cuerpo de piedra, también han crecido plantas alrededor de sus pies. 

Empiezo a arrancarlas en silencio, escuchando el agua del lago y los pájaros de fondo. 

Al levantarme y estar tan cerca de ella puedo volver a escuchar su risa y su voz. 

Pero solo es mi imaginación. 

Saco de mi bolsillo el collar que le regalé, tal vez si se lo hubiera puesto no habría acabado así, pero no me di cuenta de que lo había guardado en mi bolsillo. 

Lo miro y suspiro antes de ponerlo alrededor de su cuello de piedra. 

Agarro el colgante entre mis manos viendo el copo de nieve azul. Lo escogí porque me recuerda a sus ojos, tan fríos como la nieve y tan azules como el hielo del ártico. 

Lo dejo sobre su pecho y la admiro unos segundos más. 

Debería volver al internado, pero no quiero dejarla aquí. 

Escucho un pequeño crujido que me corta la respiración, miro hacia odas direcciones antes de volver a escuchar ese sonido. Pero al darme cuenta de que el ruido proviene de Malía se me para el corazón. 

La piedra de la que está formada su cuerpo comienza a agrietarse y caerse. 

Me alejo unos pasos, aterrado por lo que está pasando. 

En menos de unos minutos, que me parecen eternos, la veo de pie frente a mí, respirando, cansada, perdida y hermosa. 

Su brazo cae sin fuerza contra su cuerpo y sus piernas fallan, cae agotada, pero yo estoy ahí para cogerla entre mis brazos y no soltarla. 

Mis lágrimas caen sobre sus mejillas, no sé si son de alegría o miedo de que le hubiese pasado algo. 

La veo sonreír. 

Malía Landford

Santo cielo, qué frío hace! Tessa y su manía de apagar el calefactor. 

Tengo tanto sueño que no puedo moverme, me acurruco más entre las sábanas, 

Solo he soñado con él, en cuanto lo vea le daré un beso. 

Con esa idea en la mente empiezo a revolverme bajo las sábanas y mantas, que pesan más que de costumbre. Cuánto bebí en el baile? 

Consigo abrir los ojos, pero no entiendo nada, qué hago en el bosque? Por qué Jayden me mira asustado y alegre al mismo tiempo? 

Lo único que me tranquiliza es que sea él quién está delante de mí y no otra persona. Parece muy sorprendido.

Quiero acercarme a él, pero las piernas me fallan y me hacen caer al suelo, por suerte Jayden me coge a tiempo entre sus fuertes brazos. 

Siento sus lágrimas caer en mis mejillas. Le veo llorar. 

Enseguida me rodea con sus brazos escondiendo la cabeza en mi pecho y llorando desconsoladamente. -Hey, tranquilo. -acaricio su cabeza sin despegarme de él. Levanta su mirada, ojos hinchados y rojos que me observan como si de un momento a otro fuera a desaparecer. 

-Estás aquí. -sonríe y vuelve a llorar. 

-Claro que sí tonto, yo no me he ido. 

Me mira, pero esta vez confundido. 

-Debemos ir con la directora y la enfermera. 

Nos levantamos y en ningún momento me suelta o se aleja más de la cuenta. 

Antes de poder dar el primer paso el cansancio me pasa factura haciéndome caer al suelo de rodillas. -Déjame a mí. -sonríe mirándome y limpiando sus lágrimas. 

-Está bien, la sensación de que me estoy perdiendo algo me ronda la cabeza, pero prefiero ignorarlo. 

Llegamos al RoseMary y apenas hay gente fuera, pero la poca que hay nos observa asombrados, sobre todo a mí. 

Nadie está llevando sus vestidos de gala ni los peinados extravagantes. Siento que desencajo bastante con la estética del resto. 

Al entrar me sorprende que tampoco hay gente. -Dónde están todos? -normalmente la entrada suele estar muy concurrida. 

-Ahora lo entenderás. -parece preocupado. Subimos hasta la enfermería y al entrar, la enfermera y la directora salta a abrazarme, dicen muchas cosas pero no las escucho. Están emocionadas. 

Les sonrío sin saber qué hacer, me ayudan a sentarme en la camilla y me dan una taza de té caliente, perfecto para calentar mis dedos, que están hinchados del frío. 

...

-Cómo te sientes? -pregunta Jayden dándome una taza de café. 

-Confundida, no todos los días descubres que has salvado a los sobrenaturales. 

Parece que una de mis lágrimas hizo un efecto de inversión en el conjuro que las nueve Hidras estaban haciendo. Ellos se convirtieron en piedra a cambio de que las demás estatuas que estaban fuera y dentro del vivero reviviesen. Ahora entiendo porqué me daban escalofríos, eran tan reales porque en su momento fueron personas, y ahora lo vuelven a ser. 

-Pero me siento bien. -sonrío y le doy un sorbo al café. -Ya he hablado con mis padres. 

-Pasarás las últimas semanas de vacaciones con ellos? 

-Pasaremos. -corrijo mirándole. -Quieren conocerte. -sonrío. -Irás conmigo, verdad? 

-Por ti iría al fin del mundo si hace falta. -sujeta mi mentón con sus dedos alzando mi cabeza para besarme. -Por supuesto que iré. 

-Has avisado a los demás? 

-Sí. 

-Diles que vengan también con nosotros. -él sonríe al escucharme. -Habrá que sacar la tienda de acampada, pero estaremos bien en mi casa. -sonrío con él, Jayden roza la punta de su nariz con la mía varias veces. 

-Mi niña traviesa. -besa mis labios y me rodea con sus brazos en un abrazo cálido. 

Dejo la taza en su mesita de noche y nos tumbamos al lado del otro. -Aún no he visto tu marca. -digo tumbándome sobre su espalda para verla. 

Dos tatuajes iguales a ambos lados de su espalda, que cubren sus omóplatos y parte de las costillas, asomándose también por su cuello. Líneas negras afiladas que recorro con la yema de mis dedos. 

The Monster I KnowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora