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Capitulo 17:

Me deje caer en la banca de madera y solte la correa se Layla, ella ladeó la cabeza y me observo sacando la lengua.

-Si, puedes ir a correr.

Mi mascota entendiendo mis palabras, salió corriendo.

Me escondí más en mi bufanda y metí las manos en los bolsillos del abrigó. Hacia demaciado frío a causa de las bajas temperaturas y la nieve que caía pintando todo de blanco.

Me había mudado en Corea en la época invernal. Recién llegaba al país, literalmente, ni siquiera había desempacando bien mis cosas.

Papá había muerto hacía tres meses, y aunque mi madre se hiciera la fuerte, yo sabía que ella estaba destruida por dentro. Por eso no me queje cuando dijo de mudarnos, claro que yo no quería dejar a mis amigos, pero sabía que mamá no estaría bien si se quedaba en Australia.

Me incorpore de la banca y comencé a caminar por el sendero.

Cómo estaba nevando y hacia mucho frío las personas preferían quedarse en casa o ir a algún lugar cálido, por eso el parque estaba desierto.

Creo, incluso, yo era el único loco que salía con esa nevada. Tampoco tenía mucho que hacer la verdad, la casa estaba sola y yo estaba aburrido.

Me detuve junto al lado congelado y lo observé.

El hielo tenía marcas, eso delataba que se usaba para patinar o algo así. Yo no sabía patinar, la última vez había sufrido una caída y ahora estaba traumado.

Una gran ráfaga de viento soplo y para mí mala suerte, mi gorro salió volando y aterrizó en el hielo.

-Rayos.

Di un paso adelante y observe debajo mis pies con temor. No quería terminar en el agua helada.

Sin miedo al éxito, dió otro paso y otro.

Mi gorrito estaba cerca... Y ya no lo estaba, una ráfaga de viento lo había llevado más lejos.

-¿De verdad destino? ¿Me odias?-hable solo.

Di un paso tras otro. Ya me encontraba en medio del lago.

-Oh madre santa-todo mi cuerpo tembló.

Y como era de costumbre, la suerte no estaba de mi lado. Sentí un ruido poco abradable venir de debajo de mis pies.

Me detuve y lentamente observe hacia bajo.

Una rajadura.

¡Había una maldita rajadura!.

Poco a poco el hielo que estaba debajo de mí, comenzó a quedarse.

Me moriría congelado, eso era un hecho.

No podía moverme, cada parte de mí estaba petrificada. Mi cerebro decía que dejara de ser un idiota y me moviera, pero mi cuerpo no reaccionaba.

De repente sentí ganas de llorar y mucho miedo. Temí que el hielo se rompiera, temí caer al agua helada y no poder salir jamás, temí morir y dejar a mamá sola.

Dejar a mamá sola no me agradaba en lo absoluto.

Mis ojos seguían clavados en el hielo que poco a poco se iba quebrando más y más. La rajadura iba desde mis pies, hasta unos cinco pasos más adelante.

BonhomieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora