Mikaela Tepes

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Mikaela Tepes

Caí al suelo, escupiendo sangre. Rápidamente limpié mis labios porque Ferid se acercaba con intención de darme una patada, cosa que logró. Estaba muy débil después de varias horas practicando métodos de defensa con este lunático.

No tenía piedad de mí, ni siquiera cuando me entrena o cuando, por su causa, me convertí en el monstruo que soy.

Recordar aquello me llenó de coraje. Con fuerza renovada, le di un puñetazo en la cara, enviándolo volando contra el muro detrás de él.

—Qué fuerte eres, Mika-Chan, me sonrojas —dijo, mientras se acomodaba los huesos rotos por el golpe.

—Vete al diablo —dije, saliendo de la sala de prácticas.

Estoy harto de todo esto. ¡Solo quiero una vida normal! Tal vez ser humano, como mi padre, y vivir en el mundo de los humanos.
Antes lo era, nací humano gracias a mi padre, pero a causa de Ferid, mi madre tuvo que morderme para salvar mi vida. Mi padre fue desterrado a su mundo sin posibilidad de volver a verlo. El portal se cerró y no sé cómo volver a abrirlo, pero sé que sigue abierto porque los vampiros se alimentan de sangre humana y deben conseguirla en algún sitio.

¡Ni siquiera sé por qué mi madre confía en él para supervisarme!
Por su culpa estoy condenado. Maldito pervertido de mierda.

He intentado buscarlo, o encontrar una manera de abrir el portal, pero los libros de la biblioteca del castillo son inútiles.

Aunque no soy un vampiro completo, no he bebido sangre humana. Mi madre me da de la suya como sustituto para poder vivir un tiempo más.

El hecho de no beber sangre humana afecta mi salud; con el tiempo, acabaré muriendo al no darle a mi cuerpo lo que necesita para vivir.

Pero me rehúso a aceptar mi destino de ser el heredero de este mundo y convertirme en un monstruo. Mi madre no me obliga a beber sangre humana, pero siento remordimiento por querer acabar con mi vida de esta manera.

Sé que también insulto a mi madre y a mis amigos al decir esto, pero no me importa. Eso es lo que somos; ellos alejaron a mi padre de mí.

Suspiré con cansancio y me acosté en mi cama. Hace unos cuatro años dormía plácidamente cada noche. Destapé un tubo de ensayo con sangre que mi madre me ofreció y la bebí. El sabor a hierro inundó mi boca; extrañamente, me gusta ese sabor y eso me asusta.

Mis heridas tardan más en sanar que las de un vampiro normal. Solo siento cómo algunos huesos vuelven a su estado normal y las heridas superficiales sanan.

Qué estupidez.

Después de recuperarme, me cambié de traje, poniéndome el uniforme blanco con detalles negros y botas negras. Decidí ir a la biblioteca para seguir estudiando como estoy obligado y buscar más información sobre lo que necesito.

Dimensiones || MikaYuuWhere stories live. Discover now