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Narrador omnisciente

Dos jóvenes estaban intentando huir en las penumbras de la noche, su única forma de visualizar su entonar mientras corrían era gracias a luz de la luna, era como si pareciera que los ayudaba a escapar. Trataban de ignorar los golpes y raspones que tenían en todo su cuerpo, debido a la lluvia de pedradas que recibieron hace breves momentos, ahora solo deseaban huir lo más lejos posible.

Mikaela y Yuichiro eran dos chicos de un pueblo, quien su amistad de años de volvió en un amor solido y puro, pero cuando los habitantes del pueblo se dieron cuenta de aquello, los consideraron como las reencarnaciones del pecado mismo. Alzaron sus armas en contra de ellos y sus seres queridos, a estos últimos, los encerraron en una casa sin alguna clase de escapatoria para iniciar un incendio el cual acabaría con sus vidas. Sus padres y amigos fueron consumidos por las llamas sin que ellos pudieran hacer algo al respecto, solo les quedaba correr hacia alguna dirección con el fin de hallar su salvación y tal vez así, intentar volver a rehacer su vida, pero con el conocimiento de saber que sus seres queridos fueron quemados vivos por culpa de ellos, no los hace sentirse mejor con si mismos el pesar y culpa en sus corazones por todo lo sucedido, aún era resiente.

Tras correr por un buen rato, lograron encontrar una cueva, consideraron que ya los habían perdido por lo que decidieron entrar para descansar y terminar el plan del azabache.

—¿Estás seguro de esto?—Preguntó el rubio, con cierta duda del plan de su amante, él pensaba que era un plan descabellado y poco eficaz.—No creo que así funcionen las cosas.

—Solo ten fé en mi, ¿sí?—Colocó su mano en la pálida mejilla mientras le sonreía por un intento de calmarlo.

Sus manos aún estaban temblando por el miedo que sentían, nunca llegaron a pensar lo desalmados y crueles que pueden llegar a ser los humanos, tampoco podían entender el por qué era un pecado amarse, tampoco por qué les hacían esto a ellos y a personas inocentes como su familia y amigos. Ahora solo se quedaban ellos dos, a pesar de que no se lo dijeran al otro, se protegerían con su propia vida.

De la pequeña bolsa de cuero que trajo consigo, sacó dos espejos. Uno representando a Yuichiro y el otro a Mikaela, se podía notar por los colores que los caracterizaban representados en los objetos. Les tomó un tiempo hacerlos por la recolección de materiales.

El azabache comenzó a murmurar unas palabras extrañas para el rubio, haciendo que en las paredes de la cueva se formaran diversos símbolos, pero ya sabía el cuál era su fin. Con un pequeño cuchillo, se cortaron la palma de su mano, dejando caer el líquido carmesí sobre los dos espejos para concluir con el hechizo.

Los espejos comenzaron a brillar, cada uno sostuvo el que representaba su amado para decir al mismo tiempo: Mi lazo inicia aquí así que al otro mundo quiero ir.

En un pestañeo, Mika se encontraba encima del Yuu. No podían negar que se sorprendieron y estaban sumamente felices de que funcionara.

La objetivo de esos objetos era llevarlos hasta donde estaba el otro para, con el fin de siempre encontrarse, no importaba donde estaban o en qué mundo estuvieran, siempre terminarían encontrándose mientras esos espejos existieran. Era una especie de lazo con los mantendría atados en cada una de sus vidas porque tenían planeado estar mutuamente en cada una de ellas, hasta que en alguna fueran realmente felices el uno con el otro.

Yuichiro sostuvo la pálida mejilla de Mika y lo acercó para besarlo en la comisura de los labios.

—Tenemos que continuar.—Comentó Mika con aún el miedo dominando en su interior, no quería morir aún.

Volvieron a guardar sus cosas en la bolsa y cuando estaban dispuestos a marcharse del sitio, escucharon sonidos y luces, como si fueran farolas de mano los que se acercaban. Rápidamente y sin hacer ruido, abandonaron en lugar.

Mientras corrían, el rabillo de los ojos zafiros visualizó sombras a lo lejos en distintas direcciones de su posición, mirando con tristeza a los ojos esmeralda que tanto amaba, con un movimiento rápido terminó delante de Yuu recibiendo una flecha justo en su corazón.

—Yuu...tienes que huir, salvate.—Suplicó.

Al principio este solo se quedó paralizado y estado de shock. Cuando reaccionó cargo en su espalda el cuerpo de Mika y comenzó a correr con él de manera torpe.

—No te mueras, no sé que voy a hacer sin ti.—Comenzó a sollozar, debido a las lágrimas su vista se nublaba pero no le importaba, necesitaba encontrar un lugar seguro y poder sanar al rubio. Poco le importa marcharse de sangre, lo único que importa era correr.

—Te amo.—Dijo como último aliento antes de que el cuerpo de Mika se sintiera totalmente inmóvil.

—No, por favor.

Yuichiro siguió corriendo por un rato con el cuerpo inerte encima de él, sus piernas no resistieron mas haciendo que cayera al suelo mientras gruesas lágrimas caían sobre sus mejillas, necesitaba pensar en un encantamiento o un plan.

Notó la bolsa que colgaba sobre él, empapada de la sangre de su Mika.

—Si en esta vida no pudimos ser felices, en otra tal vez podamos serlo.

Sin pensarlo, esas fueron sus últimas palabras antes de que una flecha se impactada de lleno en su garganta, cayendo justo a lado del cuerpo sin vida de Mikaela.

Dimensiones || MikaYuuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora