Capítulo [4]

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El vestido y ella rojita


Mason

-¿Y entraremos ahí todos? -preguntó formando una mueca con sus labios. La recorrí con los ojos antes de echar una mirada a las chicas.

Y no, no entrábamos, o tal vez si pero uno de nosotros tenía que cargar al otro para que no fuéramos tan apretados.

-No.

Por un momento creí que me había leído la mente, pero solo por un breve instante. Alex se cruzo de brazos, nadie dijo nada durante los siguientes segundos, Albaro y Raven ya estaban en el coche y solo nos esperaban a nosotros.

-Puedes irte con Raven, Alex -propuso Atenas-: No irás incómoda, yo te puedo llamar por si nos paramos a comprar algo.

Miré a Alex, ella asintió con la cabeza. Parecía desconfiada con aquella sugerencia, miró a Atenas una vez mas antes de darnos la espalda e ir con Raven.

Su nombre, estuve días adivinando su nombre y haciéndome preguntas. ¿Cómo se llamará? ¿Por qué no quiso decírmelo? ¿Se llamará Elizabeth? No, no tiene cara de Elizabeth, ¿Scarlet? ¿Adriana? ¿Valeria? ¡¿Por qué no me lo dijo?! Tuve una condena desde que la vi.

-Masón sube -me indicó Jason, pero no lo miraba a él.

-Yo... me iré en el otro carro -ambas chicas me miraron con el ceño fruncido-. Para que vayan más cómodas.

Jason me miró incrédulo, me encogí de hombros y cerré la puerta. Vi como la pelirroja entraba al coche y cerraba la puerta, me pasé del otro lado y golpeé el vidrio al piloto para que Raven me abriera la puerta.

Entré, Alex tenía las cejas hundidas y sus manos apoyadas en sus muslos descubiertos. Le sonreí como angelito, esbozó una leve sonrisa al verme.

-¿Y tú qué? -vociferó Raven mirándome por el retrovisor-¿No habías venido por Atenas?

-Dijeron que viniera a ayudar, no pude negarme.

Raven soltó un suspiro y negó con la cabeza, encendió su auto y condujo detrás de Jason, puso algo de música y ella y Albaro comenzaron a bailar. Y, fue un error dejar que Raven conduzca junto a Albaro.

No llevaba ni cuatro minutos conduciendo cuando dijo que se bajaría a comprar cigarros. Cuando vi que entraban a la pequeña tienda me giré a Alex, me miraba con cierta curiosidad, sonreí ampliamente y apoyé el brazo en los asientos traseros, mi mano quedó muy cerca de su hombro.

-¿Entregaste los libros?

Respiró profundamente tanto así que pareció que nunca acabaría. Apretó los labios con sutileza y mi mirada viajó a ellos por unos segundos antes de que ella hablara.

-Pues... me haz dado la caja que no era- oh, oh, oh- y el profesor me puso un trabajo existada.

-Es decir, que te castigaron por culpa mía.

Asintió lentamente con la cabeza y alzó las cejas.

Debí de haberme fijado cuál era la maldita caja, ni siquiera pregunté. Sólo agarre la primera que vi, estaba algo... Nervioso. En resumen, no sirvo para ayudar.

Es raro el amor ©Where stories live. Discover now