Capítulo [33]

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J. R. Y R. R.

Alex


—¡Tengo miedo, me caeré!

—¡No! Sujetate de mi brazo.

—¡Que no porque me caeré!

—Ian, si te concentras en mantenerte equilibrada no te caerás.

—¿Y qué pasa si me caigo?

—Pues te levantas.

—¡No es momento de ser gracioso, Mason!

—Esta bien, está bien. Solo acércate.

Ian pasa saliva y se se suelta del barda. Mason la sostiene y evite que no se caiga, ella me mira y alza el pulgar cuando logra mantenerse de pie. Me acerco a ellos y tomo de la mano a Ian para ayudarla.

—Esto es horrible, llevo años intentando patinar y no lo logro.

—Necesitas tiempo —asegura Mason.

—O una buena maestra.

Mason le indica a Ian como patinar, como mover las piernas y le explica cómo mantener el equilibrio. Lo más importante es el equilibrio y la mera concentración.

—¿Por qué no se van a otro lado? Yo puedo sola.

—Ian, literalmente apenas puedes mantenerte de pie —revela Mason.

—Es porque ustedes me están sujetando y no puedo hacerlo sola.

La suelto y me alejo un poco. Ian se tambalea un poco, maldice en voz baja, pero aún así lucha por mantenerse de pie y dar pasos bien echos.

—En serio, yo puedo. Vayanse a patinar juntos —insiste.

—Lo haremos más tarde, primero quiero enseñarte a patinar.

Me quedo observandolos un buen rato, tienen pinta de que nada podrá separarlos. Se ven como el claro ejemplo de unos verdaderos amigos, el que los hayan hecho hermanos no es casualidad. Mason ama a Ian, la adora con todo su corazón. Nunca podría negar su gran conexión como hermanos, parecen entenderse a la perfección.

Desvío la mirada en busca del segundo pelinegro, lo encuentro siendo "atacado" por un grupo de chicas. La castaña le toca el brazo sin importarle la reacción de Jason, la otra juega con el mechón de su cabello, sonríe y bate las pestañas. Aparto la mirada.

—¿Quieres que Jason te enseñe a patinar?

Ian deja de mirar el suelo.

—Si, ¿por qué no?

—Alex, no es buena idea...

—¡Iré por él, ahora vuelvo! —dije alegremente y patiné lo más rápido que pude a Jason.

Choqué con él, casi caemos los dos. Esbocé una enorme sonrisa y le rodee el cuello.

—¡Cuñado! Es hora de irnos, alguien necesita tu ayuda para patinar.

Jason frunce el ceño sin entender. Le pellizco el cuello, Jason suelta un jadeo.

—¿Tienes novia? —pregunta una de ellas, no les pongo atención.

—Vamonos... —digo entre dientes.

Doy la vuelta en dirección a Ian y Mason, cuando estamos fuera del campo de vista de las chicas le quito mi mano del cuello y formo una mueca.

—¿Acabas de interrumpir mi próximo polvo? —me pregunta, perplejo.

—No.

Me fulmina con la mirada, pero estoy más atenta en Ian. Está de pie apoyandose en la barda. Llegamos a ellos y empujo a Jason hacía Ian.

Es raro el amor ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora