Capítulo [5]

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Desconocido

Alex

Abrí los ojos de poco a poco, me incorporé en la cama y solté un fuerte bostezo. Giré el cuello para ver si Atenas llegó, estaba acostada, aún con toda la ropa puesta y abrazándose a sí misma; por el frío que hacía en la habitación. Ayer por casi y la jalo del cabello para que se viniera conmigo, no quise dejarla sola.

Me puse de pie, agarré una sábana al azar y le tapé todo el cuerpo. Viéndola bien, parece que acaba de llegar, miré la hora en mi celular: las once de la mañana. Solo espero y no haya llegado a esta hora.

Sacudí la cabeza y me metí al cuarto de baño, me di una ducha de lo más relajante. Pasé el jabón por mis brazos; la pancita que se formaba en mi vientre, mis piernas y por último mi cuello. El agua tibia me envolvió todo el cuerpo y yo disfrute todo a su paso.

Me sequé el cabello y lo envolví en una toalla, hice lo mismo con mi cuerpo. Me lave los dientes y justo cuando escupí la pasta llamaron a la puerta, me quedé mirándome en el espejo y fruncí el ceño, volvieron a llamar a la puerta, esta vez tuve que salir.

—¡Esto es denigrante! —escuché al otro lado de la puerta.

—Tienes que entender, es una chica con necesidades…

—¡Entender ni que nada! Es una irresponsable, su único deber es estudiar y sacar excelentes calificaciones.

—Elena…

—¡No! Esa no es mi hija, Atenas esta engordando, se enoja por todo, sus calificaciones bajaron… 

Volvieron a llamar a la puerta, con cuidado me acerqué y le puse seguro. Creí que se habían dado cuenta, pero no, siguieron hablando de Atenas y sus «estupideces».

—Atenas…—le quité la sábana y la zanrandee, los golpes en la puerta aumentaron— ¡Atenas!

—Déjame de dormir… —murmuró a la almohada.

—Tú… tu madre está en la puerta y…

—¡¿Qué?! —se incorporó de inmediato con los ojos bien abiertos.

—Métete a bañar, yo les abriré y les diré que te estabas bañando.

—¡No! ¿Estás loca? Solo no es abras, a ninguna.

—¡Atenas abre la puerta! Se que estás ahí —ambas nos miramos, nerviosas.

En un abrir y cerrar de ojos ella se metió al baño. Me quité ambas toallas y me puse ropa, no cepillé mi cabello, solo me puse el pijama y tomé un poco de maquillaje, me puse color café debajo de las ojeras y fui a abrir la puerta.

Hice mi cara de acabo de despertar, abrí la puerta y formé una mueca. Ambas mujeres se enderezaron. La de cabello negro corto me miró con ojos entrecerrados, su mirada me dio miedo, la morena estaba con los ojos húmedos y me miró con atención.

—¿Dónde está Atenas? —puntualizó la de cabello negro, me tarde en responder. Miré detrás mío y cerré los ojos brevemente.

—Se está bañando —solté un bostezo y me apoyé en el marco de la puerta—, lo siento. Acabo de llegar, Atenas se molesto conmigo porque ella estaba estudiando y la interrumpí.

Ambas mujeres se miraron entre sí por unos pequeños segundos, la pelinegra me echó una mirada de desconfianza. Formé una mueca y la miré de arriba a abajo, oh no, nadie me intimidara.

—¿Cómo sé que no estás ebria y me estás mintiendo? —inquirió con cierta burla.

—Tenga en cuenta que los ebrios dicen la verdad —me encogí de hombros—. Pero no lo estoy, ya he vomitado todo, ¿quieren ver mi vomito?

Es raro el amor ©Where stories live. Discover now