Capítulo [7]

328 29 12
                                    

Me gusta... el pastel claro.

Alex

Terminé de escribir el último párrafo del trabajo y solté un suspiro de alivio. Me quité los lentes y frote mis ojos con ambas manos, había estado desde ayer en la noche haciendo este mugroso trabajo del profesor Duarte. Lo exigente y amargado le quita todo lo atractivo.

Guardé todo mi archivo en un documento, como sabía que iba a tardar en guardarse; me puse de pie y fui a la pequeña cocina, me encontré a Atenas preparando no se que con una sola toalla cubriendo sus partes, le pasé por un lado y abrí el refrigerador. Genial, solo teníamos una cebolla podrida, queso con moho y agua. Lo cerré y abrí el congelador donde agarré el bote de helado y fui donde ella estaba.

—¿Qué se supone que estas haciendo? —curiosé tomando una cuchara. Atenas dejó de mezclar, me miró con las cejas hundidas.

—Mascarilla, ¿Quieres que te ponga?

—No —le quite el molde de las manos y lo olí—, ya se porque no tenemos comida nunca.

Se lo devolví y fui a mi cama, ella soltó un quejido y se quedó frente a su espejo. Comenzó a untarse la horrible mascarilla color verde feo y podrido. Sacudí la cabeza y abrí el bote de helado, leí de qué sabor era y me encogí de hombros; Yogurt.

Tocaron la puerta, me giré hacia Atenas para saber si era de ella la visita. Se encogió de hombros y siguió poniéndose mascarilla, me puse de pie y fui por mi laptop, fruncí el ceño cuando me apareció una ventanita que decía «error».

Volvieron a tocar la puerta, sacudí la cabeza y miré lo que pasaba en mi laptop. ¿Qué era ese anuncio? ¿Dónde está mi trabajo? Dejé caer los hombros al verlo como documento, la puerta volvió a resonar y lancé una mirada a Atenas, ella puso los ojos en blanco y fue a abrir la puerta.

Me metí al documento y abrí los ojos en grande al no ver lo que se supone que debería estar guardado.

—Hola…

Me pasé una mano por el cabello y negué con la cabeza, desesperada busqué el archivo. Espera,  esa voz…, alcé la cabeza y hundí las cejas al verlo de pie, a unos cuantos metros de mi y Atenas con una cara tan avergonzada.

—¡¿Dónde está mi trabajo y qué haces aquí?! —me pasé las manos por el cabello. Mason dio un paso hacía atrás y formó una línea con sus labios.

—He venido por ti —soltó con una sonrisa.

—¿Por ella? —se entrometió Atenas, Masón pareció recordar algo.

—Por ambas.

Hundí aún más las cejas, ¿donde se había ido mi trabajo y por qué Masón decía que había venido nosotras? Carajo quería llorar, estuve todo el día haciendo el mugroso trabajo para que en unos segundos se borrara.

—¿De qué hablas? —me puse de pie y dejé mis manos sobre mis caderas.

—Te hablé ayer, te dije que te invitaba a una fiesta con Atenas —lo recuerdo, ¡pero no recuerdo haberle dicho que si!— y me dijiste que si.

—¿Qué? ¡No! Ni siquiera te conteste… —busque el celular y abrí nuestro chat— es…

Me callé al ver más mensajes de él, hundí las cejas después leer que mi último mensaje era un si. ¡¿Pero que carajos?!

—Yo no envié eso —dije, grupal.

—Lo enviaste desde tu celular y tu número, tu lo enviaste —insistió.

—No.

—Si.

—No.

—Que si... —canturreo.

Es raro el amor ©حيث تعيش القصص. اكتشف الآن