Medias respuestas

443 59 8
                                    

Capítulo 20
Medias respuestas.

Mara

El día está por llegar a su fin. Salgo antes de lo usual porque Tere cerrará la tienda, así que camino en dirección a mi automóvil pero no alcanzo a llegar, pues soy extrañamente interceptada por el hombre que, por el momento, solamente lleva el título de "mi novio" en la frente.

Le miro confundida, incrédula ante su presencia.

—¿Qué haces aquí? Tu turno termina en... —Observo mi reloj.— cincuenta y dos minutos.

—Perdóname —suelta con sus ojos azules clavados fijamente sobre los míos y una seriedad de ultratumba.

Me tomo un par de segundos para responder, cuando supero el calofrío que recorre mi cuerpo de punta a punta.

—¿Por qué?

—Por llegar en ese estado a tu casa y por... bueno, supongo que Tere ya te informó.

Doy un paso hacia él, acercándome para enfrentarlo con la mirada. Seria, pero no molesta, más bien, entristecida al no ser parte de su problema.

—Sólo dime qué está pasando contigo —ruego, tanto con la voz como con la mirada. Él guarda silencio. Nuestras miradas no se han apartado, pero esta vez no se comunican. Alzan grandes barreras inquebrantables que no permiten ser traspasadas. En consecuencia, mi corazón se lastima, pues entiendo que no quiere compartirlo conmigo y eso me hiere—. Gracias por el detalle —digo, intentando rodearlo para subir a mi auto cuando sé que fui derrotada y no hay más por hacer, pero él no lo permite, obstruye mi camino con su fornido cuerpo.

—Es mi padre —confiesa por fin, obteniéndo mi total atención.

—¿Sucedió algo? ¿Le pasa algo? Puedo ayudarte a cuidar de él, no lo sé, cualquier cosa. Tú sólo pídelo y prometo que...

Eric no responde con palabras, sólo me estrecha entre sus grandes brazos que me rodean por completo, como si eso lo curara todo. Su profundo suspiro me obliga a abrazarlo de vuelta y siento su calor penetrante.

Nos separamos poco a poco tras un par de minutos, su mano sostiene mi barbilla y sus ojos buscan los míos, obligándome a perderme en el laberinto de su color azul cuando por fin me encuentran.

—Te adoro, Mara.

No hay respuesta.

Nuestros rostros se acercan hasta que la distancia se extingue, sellando el momento con la unión de nuestros labios en un cálido y dulce momento que demuestra el gran cariño que ambos nos tenemos.

—Necesito verme presentable en la cena con tus padres. ¿Vienes conmigo y me ayudas a cambiarme? —inquiere como si nada hubiese pasado, desorientándome.

—Mi auto...

—Tere se lo lleva, Mara. No pongas pretextos, porque en verdad necesito que me acompañes.

Entiendo por qué le urge mi presencia en el condo, y no tardo en entregar las llaves para ir con él ipso facto, pues en verdad lo quiero.

Desesperados, entramos a su hogar entre besos y tropiezos, dejando un camino de ropa a lo largo del pasillo y hasta la habitación principal, donde caemos sobre la cama ya desnudos.

—¿Y si cancelamos la cena? —pregunto entre suspiros.

—Disfruta el momento—murmura.

—Pero, ¿sí la cancelamos? —insisto.

—No.

Lo acepto y, sin rechistar, me dedico a regocijarme entre sus brazos un poco más, hasta que las manecillas del reloj nos presionan.

El oficial de mis sueñosWhere stories live. Discover now