La luz al final del camino

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Capítulo 45

La luz al final del camino

Eric

—Lo tengo en la mira.

 La voz de Pablo se escucha en un eco que poco a poco empieza a cobrar sentido para mí. Poco a poco puedo entender lo que dice a través de la bocina en la radio.

—Montalvo... ¡Eric! ¡Responde! Tengo el automóvil en la mira.

Me recuesto sobre la llanta de mi camioneta y tomo la radio, pegando una gran bocanada de aire.

—¿Dónde estás?—pregunto con un hilo de esperanza en la voz.

Subo a mi camioneta y sigo la ubicación al igual que el resto de los refuerzos. Nos reunimos algunos metros más atrás para poder establecer el plan de acción.

—Es un laberinto enredoso. El automóvil entra con dificultad por un camino que se camuflajea. Parece que no hay entrada, pero en realidad sí la hay. Le he puesto una marca, sabrán identificarla al instante —dice Pablo.

—Bien, el equipo tres entrará por delante —menciono—. Nos comunicaremos por radio para dar la señal y entonces todo el convoy aparece para poder rescatar a las víctimas y arrestar a esos hijos de puta.

—¿Alguien ha pensado en la posibilidad de que las víctimas no estén ahí? —cuestiona Oscar.

—Si han traído a Ramona, todas deben estar aquí —respondo con seguridad—. ¿Han entendido el plan?

Ellos asienten.

—Hagamos esto —dice Pablo con una magna sonrisa en su rostro—. Es hora de patear sus asquerosos traseros hacia una cadena perpetua. 

Todos celebran, yo no.

Aún no.

Pablo, Elias, Héctor y yo nos adentramos hacia el lugar. El camino es realmente complejo, a no ser por las marcas que ha puesto Pablo, fácilmente podríamos perdernos. Pero la bodega aparece pronto. Es un lugar construido de bloques y techo de lámina. Identifico únicamente a un vigilante afuera, por lo que será fácil burlarlo. No parece haber francotiradores ni alguna clase de vigilancia extra. Pero es solamente lo que yo encuentro dentro de la oscuridad de la noche, Héctor es el que ha ido a indagar a fondo.

—Despejado —susurra después de su rondín.

—Bien, Elías, encárgate de ese sujeto —ordeno.

Él asiente y no tarda más de cinco segundos en lanzar un dardo tranquilizante que lo hace caer dormido prácticamente al instante.

Nos acercamos sigilosamente y a la defensiva. No venimos a jugar el día de hoy, lo tenemos muy claro. Alzo mi puño para que se detengan por completo cuando nuestros cuerpos llegan a la barda y me asomo lentamente a través de la puerta. 

Despejado.

 Indico con la palma de mi mano hacia dónde ir.

Uno por uno, entramos al lugar. No parece haber alguien en la entrada, así que caminamos entre algunos estantes que nos permiten escondernos y así avanzamos hacia el primer pasillo por el que se abren dos caminos diferentes. Aguardamos un poco hasta que uno de los sujetos sale, caminando de un extremo a otro mientras dice:

—Plutarco, ¿tienes el contacto de Hazael?  Ya están listas para su intervención, pero necesitamos confirmar el encargo porque no las abriré sin estar seguro. Hemos desperdiciado ya a dos bellezas por la indecisión de esos idiotas y no lo permitiré de nuevo, bastante trabajo cuestan.

El oficial de mis sueñosWhere stories live. Discover now