Pesadillas

184 22 21
                                    

Capítulo 43

Pesadillas

Eric

Corro detrás de esa camioneta sospechosa con todas mis fuerzas. Mis pies se mueven a una velocidad impresionante pero, aún así no es suficiente. Caigo rendido sobre el asfalto y es cuando, por la ventanilla trasera, la veo. ¡Ella va en esa camioneta! Así que tomo fuerzas sobrehumanas y continúo corriendo tras ella.

Pero es muy tarde, se ha ido.

—¡Mara! —suelto en un grito desgarrador.

—Eric, bebé, ¿estás bien? —pregunta una preocupada Ramona, despertándome de aquel horrible sueño.

He pasado tres días en arresto domiciliario (no en realidad, pero así lo denomino yo). Ramona ha estado conmigo, Izán únicamente cuando no se encuentra trabajando. He exigido mi espacio, he asegurado que puedo estar solo, pero nadie parece coincidir con mi opinión.

¿Qué soy? ¿Un jodido niño de cinco años? Maldita sea.

Tomo mi distancia, pero no he sido realmente firme con la situación. Quizá, de alguna manera, quiero estar acompañado. Tal vez me conozco lo suficiente como para saber que podría llegar a cometer una locura con tal de encontrar a Mara y esta es la manera de contenerme. No lo puedo asegurar, todo es confuso ahora, pero es mi mejor opción.

Las pesadillas son constantes. Cada vez que mis ojos se cierran, aparece un nuevo escenario protagonizado por esos asquerosos hombres, las mujeres privadas de su libertad y Mara.

Ya no sé qué es mejor, si dormir o estar despierto. Ambos me producen una agonizante tortura.

Tallo mis ojos y tomo asiento sobre la cama.

—Creí que ya te habías ido —digo con la voz ronca.

—Te dije que me quedaré aquí hasta que sienta que estás mejor —menciona la chica, entregándome un vaso con agua.

—Ramona, es mejor que...

—Sé que me pediste un tiempo y yo te lo di. Pero ahora no estoy aquí como tu ex-novia hostigosa, sino como alguien que te quiere lo suficiente para cuidar de ti porque es lo que necesitas ahora mismo.

—Soy un adulto y puedo cuidar de mí yo solo.

—¿Estás seguro?—cuestiona con una ceja en lo alto.

Mi ceño se frunce.

—¿Alguna vez lo dudaste?

—Antes no, pero ahora lo estoy haciendo.

—Patrañas. Puedes irte y estaré en perfectas condiciones.

—¿Qué sucede? —pregunta con un tono más sensato, observándome con preocupación.

—Necesito resolver esto...

—Eric, en ocasiones las cosas se saldrán de nuestras manos y no por eso debes poner tu salud en juego.

—Mi salud se encuentra bien.

—No, no es así. Te despiertas gritando cada vez que cierras los ojos. No es normal. Me estás preocupando mucho y no me apartaré de tu lado hasta saber que estás bien.

—Ramona...

—Ramona nada. Déjame ayudarte, Eric.

Y se lo permito.

—¿A dónde vas?—pregunta ella mientras fríe un par de espárragos para la comida.

—Sólo iré a correr por la playa un rato. Regreso pronto.

El oficial de mis sueñosOnde histórias criam vida. Descubra agora