Al borde de la locura

203 25 4
                                    

Capítulo 42

Al borde de la locura

Eric

El silencio y la soledad de la carretera son un buen momento de introspección. Me permiten tener una charla conmigo mismo y ponerme al tanto de lo que está sucediendo en el ahora y en los ayeres.

La verdad es que no estoy bien.

No estoy pensando claro.

Soy un desastre y, en consecuencia, mi vida también lo es.

¿Qué fue lo que me sucedió?

¿Desde cuándo estoy actuando tan irracional y por qué apenas me estoy percatando de ello?

¿Por qué? Carajo, ¡¿por qué?!

Necesito encargarme.

Necesito arreglarme.

Es mi deber aclarar mi mierda.

Llegar al Peñasco y encontrarme con esta noticia, tampoco me ayuda. No lo quiero pensar y mucho menos esperar, pero no parece haber cabida para otra opción cuando Tere me describe la situación entre llantos desesperados.

—¿Cuándo fue la última vez que tuviste contacto con ella?—inquiero.

Nos trasladé hacia la comisaría en cuanto pidió mi ayuda con gran desespero.

—Hace cinco días, en la oficina. Ella estaba trabajando y yo la obligué a comer un maldito pedazo de pizza. Ese día salí temprano y ella ya no volvió a casa. Las cámaras la captaron saliendo a la media noche, pero justo la cámara que debe enfocar su auto, no estaba activada, así que no sabemos qué sucedió. El coche sigue estacionado ahí, no me he atrevido a moverlo. He venido a la comisaría tantas veces y solo toman mis declaraciones, ¡pero no están haciendo nada, Eric! —dice con desazón latente a través de sus ojos rojos—. Primero, porque me decían que debía esperar 48 horas para darla por desaparecida, y ahora simplemente porque no quieren hacer su trabajo. ¡¡Tú tienes que ayudarme!! Es mi hermanita... tengo miedo, mucho miedo de que le haya pasado algo. Sabes que es una perra, pero ella jamás desaparecería por su cuenta. Algo le pasó, alguien se la llevó...

—Tranquila, Tere. Te juro que moveré cielo mar y tierra hasta encontrarla —suelto, aguantando el nudo que se quiso formar en mi garganta tras escuchar el dolido tono de voz que utilizó para rogar ayuda.

No me interesa que existan "asuntos importantes" dentro de la comisaría, movilizo a todo el departamento y llamo a los mejores hombres para crear el plan de acción necesario porque no puede haber otra opción. Todas esas desapariciones no son coincidencia, no son en vano. Tenemos un foco rojo en el Peñasco que debemos erradicar a la brevedad posible.

Me siento como si estuviera encerrado entre cuatro paredes que poco a poco se van haciendo más pequeñas, ahogándome sin piedad alguna.

—También hemos hecho eso y no funcionó —digo con molestia tras el quinto plan obsoleto que se propone.

—Creo que el equipo debe descansar —suelta Matías sin mayor interés a continuar.

—¡No! —exclamo con cierto grado de desespero—. No nos retiraremos hasta que especifiquemos un plan de acción coherente y funcional.

—Hemos intentado atrapar a esa trata de blancas y feminicidas por mucho tiempo, ¿qué te hace pensar que lo lograremos en un par de horas?

—Necesitamos hacerlo.

Y no descanso, realmente no lo hago.

Mi corazón avanza a mil por hora mientras traslado papeles, redacto, muevo piezas, tacho y sigo buscando una salida clara. 

El oficial de mis sueñosWhere stories live. Discover now