Vamos conociéndonos

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Capítulo 6
Vamos conociéndonos.

Mara

Mis ojos se abren gracias al sonido del despertador en mi celular. Lo apago y lo primero que pienso es que quizá todo fue un maldito sueño, pues es demasiada perfección para mí en la racha de malos ratos que tengo. Para mi sorpresa, lo descarto al ver el vestido naranja en el suelo y sonrío porque mi fantástica cita con el oficial sexy sí fue real.

Abro las puertas de cristal de la boutique, donde Tere me espera ansiosa, sonriendo y dando brinquitos mientras me pregunta una y otra vez cómo me fue.

—Primero que nada y antes que todo —digo redundante—, ¿por qué carajos te atreviste a mentirme?

Su sonrisa se esfuma.

—Lo hice por tu bien.

—¿Mi bien? ¡Por favor! —bufo—. No lo hagas de nuevo, porque juro que me vengaré con lo que más te duela.

Ella frunce el ceño.

—¿Tan mal te fue?

—No, en realidad el hombre perfecto es increíble y la pasé fantástico, pero eso no quita el hecho de que cruzaste la línea, Tere.

—Lo siento, sabes que adoro meterme en la vida de los demás, no lo puedo evitar.

Ruedo la mirada y esquivo su cuerpo para colocar mi bolso en la bodega y comenzar a trabajar un poco con las redes sociales en las que diariamente llegan pedidos, pues lo más importante, es tener el tiempo de perderme un rato en el taller, creando nuevos diseños que podamos vender. Tere no deja de molestar pidiendo que le cuente los detalles de mi noche con Eric, pero no le doy el gusto. Es mi forma de castigarla por semejante atrevimiento.

—Sólo dime si tuvieron sexo, por favor —ruega cuando la última clienta se va.

—¿Tú cierras? Puedo adelantarme para comprar cena en el Bufet.

—Uno, te toca cerrar a ti. Dos, odio la comida china, Mara. Tres, ¡por favor! ¡Apiádate de esta pobre alma en desgracia que sólo quiere saber un poco del chisme del oficial más guapo que este mundo puede tener!

Le miro hacia abajo porque la ridícula ha decidido que arrodillarse frente a mí hace su súplica más convincente.

—Bien, entonces ve por la cena —digo, yendo hacia los interruptores para apagar las luces de los aparadores.

—Me tratas de una manera tan injusta, niña insolente.

—Que seas la mayor, no te da derecho a agendarme citas—grito desde el interior cuando ella ya se está yendo.

Sonrío para mí misma porque sé que el hecho de no contarle con lujo de detalle lo que sucedió, la mata lenta y dolorosamente. 

Es la venganza perfecta.

Cuando por fin he terminado el ritual de cierre, mi celular suena como si estuviese ensayado. Lo tomo sin detener el paso, encontrándome con el mensaje de un número que no tengo registrado. Mi ceño se frunce pero entiendo de qué se trata al leerlo.

¿Qué te parece si le pides a tu hermana que nos agende otra cita?

Sonrío.

No le respondo, no porque quiera hacerme la interesante, sino porque tengo prioridades: Manejar y llegar a casa sana y salva para poder comer.

Una vez que mi estómago está satisfecho y con la mirada matadora de mi hermana frente a mí al otro lado de la mesa, tomo mi celulcar y tecleo una respuesta.

El oficial de mis sueñosWhere stories live. Discover now