El adiós más difícil

185 30 5
                                    

Capítulo 39

El adiós más difícil

Mara

Mis nudillos están cansados, duelen por tanto insistir. Eric desconoce que soy yo la que está en la puerta, pero tampoco hay una respuesta de su parte y me he rendido. Cabizbaja, retrocedo pensando que es todo. ¡Pero no! Detengo mi paso a poca distancia de llegar al ascensor, pues no puedo marcharme sin intentarlo todo. Me retracto de haberme dado por vencida porque vine hasta aquí por él y no me iré hasta saber que lo he ayudado.

Coloco mi huella sobre la cerradura y se siente bien corroborar lo que dijo Izán, saber que aún quita el seguro. Asomo el rostro y entro lentamente. Merodeo con la mirada hasta que un enorme y peludo perro aparece frente a mí. Mi corazón salta asustado, pensando que quizá seré devorada de un bocado, pero más tardo en pensarlo que en tranquilizarme porque me recibe con las patas abiertas; alegre. Su cola se menea de un lado a otro y me doy cuenta de que es sólo un gigantesco cachorro. Le acaricio y, aunque me gustaría jugar con él, ahora mi objetivo es otro.Le doy una última caricia y avanzo alerta, hasta encontrar su silueta. Eric se encuentra apoyado sobre el barandal de su balcón, observando tranquilamente hacia el mar.

—La noche brilla particularmente hermosa hoy, ¿sabes a qué se debe?—pronuncio suave para no asustarle, pero él parece haber estado consciente de mi presencia desde antes.

—Supongo que el motivo es por la nueva estrella que ha llegado al cielo el día de hoy —responde su rasposa voz, sin despegar la vista de aquel punto fijo en el que ha decidido detenerse desde quién sabe cuando.

—Por supuesto.

Él asiente sin decir nada más, yo continúo:

—Te quiero mucho, Eric —confieso—. Y estaré contigo cada vez que lo necesites.

—¿Qué te hace pensar que lo necesito ahora?—pregunta pero no lo hace de tal manera que me haga sentir agredida. Al contrario, su tono de voz es tan perfecto, que quiero responderle.

—Porque quizá no soy la única, pero sé muy bien lo que tu padre significaba para ti en vida. Has vivido temiendo este momento por años, y ya llegó. No puedo imaginarme tu sentir, pero puedo estar para ti.

Continúa manteniéndose en silencio.

El viento frío de la noche vuela su cabello que esta vez no se encuentra perfectamente peinado, también mi largo vestido. Es el único sonido que se escucha hasta que intento hablar de nuevo:

—Entiendo lo complicado que es decir adiós...

—Tú fuiste mi adiós más difícil.

El discurso que había formulado en mi cabeza se desmorona. Esto no se trata de nosotros, pero lo ha transformado en eso con su respuesta. No puedo y no quiero decir nada. No respecto a ello.

—¿Cómo te sientes?

—Estoy bien, Mara.

¿Puedo creerle? La serenidad en su tono de voz lo confirma, pero no estoy segura.

—Eric, perdiste a tu padre. Tienes todo el derecho de sentirte como la mierda.

Su postura corporal cambia por primera vez desde que llegué. Gira su rostro hacia mí y nuestras miradas hacen contacto.

—Estoy bien —repite, pero esta vez me doy cuenta de que está mintiendo. Quizá su voz puede confundirme, pero no sus ojos.

Levanto mi mano hasta que ésta llega a su espalda, sobándola lentamente mientras intento demostrar mi apoyo, pero no me siento satisfecha. Puedo hacer mucho más que eso, así que lo abrazo. Lo sostengo fuertemente hasta que, de repente, el Eric Montalvo que conozco, se desvanece. Me sostiene de vuelta y rompe en llanto. Se quiebra entre mis brazos y es imposible contener mis lágrimas porque sufro debido a que él está sufriendo. Su corazón está roto, y no es la primera vez que esto sucede.

El oficial de mis sueñosWhere stories live. Discover now