Descanso

424 62 6
                                    

Capítulo 24
Descanso

Eric

Reímos a carcajadas.

Me parece impresionante cómo es que estoy junto a una hermosa mujer en la cajuela de mi camioneta, aparcados en el abandonado estacionamiento de la vieja fábrica mientras contamos chistes absurdos que nos tienen botados de risa.

¿De qué manera puedo concebir que soy tan feliz a su lado?

Mara ríe entre mis brazos y me siento en paz. Por fin, después de tanto tiempo, considero que estoy haciendo bien las cosas, que es el camino correcto.

—Creo que ya estamos muy ebrios —dice ella, dejando el cristal de su cerveza a un costado.

Sonrío un poco, pues la verdad es que sí lo estamos, y nos importa un carajo perdernos en el alcohol porque mañana ambos descansaremos.

—No estamos tan ebrios.

—¿Cómo que no? —reprocha risueña—. Demuéstramelo, oficial Eric Montalvo, es una órden.

Le tomo la palabra. Me pongo de pie sobre la cajuela del auto y extiendo mi mano, esperando a que ella responda sujetándola; lo hace.

—¿Me permite esta pieza, señorita? —pregunto propiamente.

—Sí, pero no hay ninguna pieza.

—De eso me encargo yo —digo y, después, empiezo a tararear una canción de vals.

Ella ríe pero secunda mi locura. Ambos bailamos sobre el carro al ritmo de mi propio tarareo... hasta que mi inspiración se va y la melodía termina, pero no sucede lo mismo con nuestro danzar. Abrazados, continuamos moviéndonos de un lado a otro, apaciguados y disfrutando cada segundo que transcurre. Aspiro el delicioso aroma floral que se desprende de su cuello y me vuelve loco, tan es así, que sin darme cuenta, comienzo a besarlo.

—¿Entramos al auto? —cuestiona mientras busca mis labios.

—¿Y si vamos a casa? —propongo suave.

—No creo poder llegar a casa, te necesito ya, ahora mismo —susurra.

No se diga más.
Con esta mujer, no puedo controlarme.
Sus deseos son órdenes.

Despertamos desnudos a la mañana siguiente dentro de la camioneta, aún aparcados en el estacionamiento. El calor se hace presente, así que muevo un poco a mi chica, esperando que despierte mientras me coloco mi playera.

—Mi cabeza va a explotar —murmura y la sostiene—. Joder, estoy desnuda —Me mira y se tranquiliza al ver que apenas me estoy cambiando—. Fantástico, no me violaste; gracias.

—No juegues con eso —reprocho.

Ella sonríe.

—Te adoro, Eric.

—Cámbiate ya mismo, o no me hago responsable de mis actos.

Hacemos una corta parada en el autoservicio para comprar un poco de comida rápida que llene nuestros vacíos estómagos, y después de una buena ducha en mi condominio, me despido:

—Debo hacer algo, pero prometo volver antes de las cuatro.

Ella me responde con un puchero.

—¿A dónde vas? Es nuestro día libre.

—Y por eso mismo, debo irme. Visitaré a mi padre, será rápido. ¿Puedes esperar?

Y como por arte de magia, ella parece entender.

El oficial de mis sueñosWhere stories live. Discover now