11. Cómplices

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Unas pequeñas manitos se pasean por todo su rostro, causándole picazón y cosquillas, siente algo baboso deslizarse desde su frente hasta la comisura de sus labios, sin embargo, no le incómoda

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Unas pequeñas manitos se pasean por todo su rostro, causándole picazón y cosquillas, siente algo baboso deslizarse desde su frente hasta la comisura de sus labios, sin embargo, no le incómoda. Pudo seguir durmiendo, de no ser por el repentino chillido seguido de un «Irene, le acabas de babear toda la cara a tu futuro padre».

¿Futuro padre? ¿Babear? ¿Irene?

De inmediato abrió los ojos y tanteó sobre su pecho, una vez comprobó que no tenía a nadie encima se levantó de golpe, asustando a Donghyuk.

—¿Qué te pasa? ¿Se te perdió un ojo?

Donghyuk estuvo a nada de recibir el golpe del año, de no ser porque Irene balbuceó y estiró sus brazos hacia Taeyong en cuanto lo vió. El rubio la tomó entre sus brazos y depósito un casto beso sobre sus mejillitas, dejó uno último sobre su cabecita, en donde el aroma a miel y vainilla del shampoo de la pequeña se filtraron por sus fosas nasales. Donghyuk se dió cuenta de que Taeyong se había entretenido con la bebé y, como buena persona que ama la vida y la suya, salió corriendo de la habitación.

Taeyong rodó los en cuanto se dió cuenta de que su hermano ya no estaba.

—¿Qué hace usted aquí, princesa? ¿Dónde está su hermoso y bello padre?

Balbuceos, eso fue lo único que Taeyong recibió como respuesta, pero le fue suficiente.  Susurro un «Vayamos a buscar al príncipe Kim», y comenzó a caminar fuera de la habitación. A penas y había llegado al pasillo cuando un delicioso aroma a pasta provocó que la boca se le hiciera agua, su estómago comenzó a gruñir, y por un momento juró que dos leones estaban viviendo dentro.

Siguió el aroma de la pasta hasta que llegó a la cocina.

—Hyuk, pensé que sólo sabías hacer hot-cakes...

La repentina risa del individuo le hizo levantar la mirada, sus mejillas ardieron de la vergüenza, y Taeyong juró que jamás de los jamases había deseado tanto que la tierra lo tragase y lo escupiera de vuelta en su cama.

—D-doyoung.

—¡Buenos días, Tae! —El menor saludó de manera alegre a pesar de que aún se encontraba de espaldas, dió la vuelta a lo que parecían ser huevos estrellados y apagó la estufa. Se dió la vuelta y miró al mayor—. Veo que Hyuk ya te llevó a Irene. Con razón dijo que iba a poner la mesa.

—Ni me lo menciones, me dió un susto terrible, y lo peor es que Irene fue su cómplice —bufó ofendido.

Doyoung lo miró curioso.

—¿Qué te hizo?

—Me la puso encima de la cara mientras dormía, por un momento pensé que estaba soñando, hasta que Irene me babeo. Me asusté mucho al creer que me había dormido con ella, ¿Te imaginas si eso hubiese pasado?

El rostro de Taeyong era todo un poema, las expresiones que hacía mientras explicaba lo sucedido eran bastante graciosas y tiernas. Doyoung hizo hasta lo imposible por no reírse, no obstante, terminó retorciéndose de la risa mientras cubría su estómago con sus manos.

—No sé, pero siento que tú estabas enterado de todo esto.

—Bueno, algo así.

Ladea la cabeza, le divierte mucho escucharlo decir aquello de una manera tan inocente. Sonríe abiertamente y se acomoda sobre una de las sillas, sienta a Irene sobre el mesón y comienza a jugar con sus manitas.

La bebé a penas y puede mantenerse sentada, para tener ya ocho meses estaba un poco atrasada en desarrollo. Por lo general a esa edad los bebés ya pueden sentarse sin tambalearse a los lados, incluso ya hasta tendría que intentar pararse. Pero no sucedía, y Taeyong estaba consciente y seguro de que se debía a la poca estimulación que la ex mamá de la pequeña le había dado.

—¿Taeyong? ¿Qué sucede?

El susodicho sacude la cabeza y mira al pelinegro.

—Lo siento, ¿Me decías algo?

—Te estaba diciendo que ya podemos pasar a la mesa, Hyuk dice que ya ha puesto todo. ¿En qué andas pensando?

Por un momento se siente tentado en decirle, pero al ver la sonrisa que lo acompaña decide callar. Total, no había razón para preocuparse demasiado, la pequeña estaba más que sana, él no quería preocupar al menor y mucho menos apagar su sonrisa.

Negó y se puso de pie, cargando a la pequeña en el proceso.

—No es nada, ¡Vayamos a desayunar!

Haría hasta lo imposible por proteger a ambos, desde ese momento se comprometía a velar por la salud y el bienestar de ambas personas. Doyoung e Irene no estaban solos.






































De verdad estoy amando PPA:)

Papá por accidente (Taedo) Where stories live. Discover now