30. Nervios

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Miércoles por la mañana Doyoung se levantó mucho más temprano de lo normal, preparó varios platillos para degustar en el desayuno y la sopa de verduras con pollo que a Irene tanto le gustaba

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Miércoles por la mañana Doyoung se levantó mucho más temprano de lo normal, preparó varios platillos para degustar en el desayuno y la sopa de verduras con pollo que a Irene tanto le gustaba. Doyoung tomaba las cosas con bastante delicadeza; sin embargo, en esa delicadeza habían nervios, los cuales no quería que salieran a flote porque no quería preocupar demasiado a Taeyong. En los últimos días había estado pensando en las posibles consecuencias que traería a su vida la visita que haría al departamento de Servicios de la protección a la infancia y adopción.

Para empezar, tendría que llevar muchísimos papeles suyos.
En segundo, probablemente enfrentaría una grandísima llamada de atención por su falta de moral, pero sobre todo ética, al no llevar a la infante al lugar requerido, y en su lugar, haberse quedado con ella.

Muchísimas cosas le caerían en los hombros, sí. Pero por Irene soportaría hasta una tormenta entera. Ahora, sólo le quedaba orar al cielo por comprensión.

Más tarde, cuando Taeyong e Irene ya se habían levantado y se encontraban desayunando, Doyoung se acercó a ellos y los abrazó sorpresivamente. Taeyong dejó la cuchara con la que estaba dándole de comer a Irene, y llevó su mano libre hasta el cabello del pelinegro, proporcionando suaves caricias.

—¿Qué sucede? —preguntó preocupado.

Doyoung no siempre estaba en silencio, particularmente a la hora del desayuno, por lo que para Taeyong era muy fácil darse cuenta de su estado. Algo le afectaba.

El pelinegro sonrió y suspiró.

—No es nada. Es sólo que ya debo irme, pero no quiero dejarlos.

Claramente mentía, y la realidad es que no quería preocupar a Taeyong, no quería que el rubio se preocupara por algo en lo que, él sentía, estaba exagerando.

Y estaba bien, ¿No? Después de todo eso siempre le sucedía a los padres primerizos. Pero no, Doyoung no sólo estaba preocupado por eso, no, Doyoung estaba preocupado porque sabía que desde un principio había hecho mal las cosas, y durante tres meses no hizo nada para intentar remediarlo.

Cerca de las tres de la tarde salió rumbo hacia el departamento de SPIA. Durante el camino trató de relajarse y calmar sus nervios; sin embargo, su postura erguida y su rostro serio lo delataban.

Cálmate, no tienes porque sentirte nervioso. Sabes a lo que vienes y la razón por la que vienes.

Cuando abrió la puerta se topó con muchísimas personas, unas iban, otras venían y muchos otros sólo estaban sentados, con unas enormes ojeras adornando sus demacradas y pálidas caras.

Todo sea por ti, Irene.

Tomó asiento junto a una pareja de jóvenes extranjeros que traían a su hijo entre sus brazos, la mamá cargaba al bebé, quien dormía tranquilamente, ajeno a las lágrimas y palabras que su joven madre le decía.

Papá por accidente (Taedo) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora