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Es curioso el modo en el que la vida suele funcionar y en el que cada una de las piezas logra encajar, incluso cuando se piensa que no hay forma de hacerlo.

Era mitad del día, los invitados se encontraban en el patio de la residencia Lémieux y estadísticamente, todos ellos tenían las mismas probabilidades de haber cometido el asesinato. Eso era lo que había ocurrido, Caden lo sabría pronto. Durante el tiempo que había trabajado como agente policíaco, antes de abandonar la ciudad tras fingir su muerte, había aprendido a distinguir entre un asesinato y un suicidio, y entre un homicidio a una escena del crimen que alguien había querido hacer pasar por suicidio.

El caso despertó interés en el ahora detective privado. El tiempo había pasado rápido y habían ocurrido muchas cosas después de su aventura en el Hotel Ephemeral, hacía poco más de un año. Ese mismo tiempo le había servido para comprender que fuese a donde fuese, la muerte siempre lo iba a perseguir. Era parte de su personalidad o más bien, era ese algo que succionaba cada parte de él, algo que lo hacía sentirse en paz.

En la vida pocas cosas lo hacían sentir de ese modo, por ejemplo, tener un nuevo proyecto. Todos siempre debemos tener algo en mente, un propósito, o de otro modo estaremos perdidos. Pues bien, Caden había encontrado el suyo. La vida también le había hecho darse cuenta de que no podía vivir intentando agradar al resto, o pretender encajar en un mundo en el que todos eran monstruos, fingiendo con tanta hipocresía no ser uno de ellos.

Poco más de un año había transcurrido desde la última vez y en esta ocasión se encontraba de camino a un pequeño pueblo, en algún recóndito lugar del mundo. Por supuesto, en compañía de Audrey, su pareja. Ella misma aseguraba que era un sitio increíble, lleno de paz, naturaleza y de gente muy encantadora, después de todo se trataba de su lugar de nacimiento. Caden no quería contradecirla, sabía que un lugar así, como el que ella le había descrito, no existía. Siempre había oscuros secretos por desvelar y no hizo falta mucho para poder percibirlo. Prueba de ello era el hombre que esa mañana había muerto.

El interés que el caso había despertado en Caden Brisebois se debía a un motivo más interesante que al hecho en sí. Lo que llamaba su atención era que incluso él podía ser culpable y eso era lo que, en realidad lo volvía un caso muy peculiar.

«Ay, Audrey. Lo que me has incitado a hacer», pensó en cuanto escuchó los gritos de la mucama, una mujer despavorida ante la escena que había visualizado dentro de la residencia. «Pobre. Un alma virgen en eso de presenciar un crimen».

Caden miró a Audrey, la analizó. Algo en su mirada le decía que sabía o percibía algo más de lo que sus palabras revelaban. ¿Estaba consternada? ¿No decía nada? Siempre tenía algo que decir. ¿El hecho la había tomado por sorpresa o tan solo fingía que le afectaba? ¿Qué había hecho él y el resto de la gente que ahí se encontraba, durante la noche de ayer? Parecía extraño, no lograba recordar mucho. Percibía fugaces recuerdos al cerrar los ojos y ninguno de ellos le daba muchas esperanzas.

Era un caos. ¿Podía haber sido obra suya? Tenía que encargarse de algún modo de la investigación para poder averiguarlo y eso no le resultaría complicado. El hermano de Audrey era oficial en la comunidad en la que ahora se encontraban.

«Mantén la calma, ellos no saben lo que has hecho». Alguno de los presentes pensó sin levantar sospechas.

Para Caden, todo y todos en ese momento eran evidencias. Había muchas personas que podían haber tenido algo que ver con la muerte de Belmont Lémieux. El hijo mayor de la respetada y adinerada familia Lémieux. Razones debían sobrar para asesinarlo.

En cuanto la mucama salió y pegó el grito para informar a los presentes sobre lo que había descubierto, las facciones sorpresivas, algunas exageradas, otras fingidas y otras poco interesadas, fueron dignas de atesorar en su mente. «De resultar a ser un asesinato, ¿quién de ellos habría sido el responsable?», dijo Caden para sus adentros mientras intentaba presenciar la escena a cámara lenta. Eso antes de que en realidad hubiera determinado que se trataba de un homicidio.

El sendero de la muerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora