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Caden miró a Grozs y comenzó a hablarle sobre lo que había descubierto en la escena del crimen, le habló sobre cosas que Duncan ni siquiera había imaginado, sobre lo cerca que estuvo de pasar desapercibido. De evitar ser descubierto. Le habló sobre la relación que había encontrado entre la desaparición de Jana Lémieux y la muerte de su hermano mayor. Duncan Grozs sintió una tremenda lasitud en cuanto lo escuchó decirle esto último. La revelación lo obligó a tomar asiento sobre el sofá, situado en el cuarto en el que Belmont escribía todas las mañanas. No era en sí una oficina, parecía más el lugar en donde el arte cobraba vida, en donde sus escritos pasaban a formar parte de la realidad. Todo en ese hogar, a Duncan le hacía querer vomitar y cansado de eso, se obligó a levantarse para abandonar la residencia.

-¿Te vas? Apenas estoy llegando a la mejor parte -dijo obligándolo a volver a su sitio. Caden Brisebois había empleado un tono serio, frío e interesante, el mismo que solía emplear cuando sabía lo que iba venir después de la charla. Era su modo de disfrutar y hacerle saber que tenía ventaja sobre él, aun cuando no lo supiera-. Fue fácil pasar de ti, me refiero a la fiesta. Esa mañana no diste señales de culpabilidad, parecías consternado y al mismo tiempo aliviado, me refiero a que tenías confianza como todos los presentes, al saber que no habían tenido nada que ver. No te faltó razón pese a haber fallado en muchas cosas...

-Te equivocas, no hice nada... -lo interrumpió Grozs y ante la molestia Caden sacó la pistola que había estado guardando por detrás de la espalda. Duncan se sorprendió ante el rápido movimiento y no supo qué decir. Vaciló por unos instantes y optó por cerrar la boca.

-La encontré en el cajón de su escritorio -explicó Brisebois con dureza mientras alzaba los hombros y mantenía una sonrisa al saber que tenía ventaja sobre él-. Ahora, evítame las ganas de dispararte antes de terminar con lo que iba a decir. No quiero matarte antes de tiempo.

Duncan Grozs tragó saliva y sintió como si por su garganta hubieran pasado decenas de navajas afiladas. Se limitó a asentir y pensó que ese era su final. Por el momento, fue incapaz de mencionar palabra alguna, o de mover siquiera un músculo. Se anticipó a imaginar su futuro y deseó con ganas que alguien ingresara por la puerta y acudiera en su ayuda.

-¿En dónde estaba? ¡Ah, sí! ¡Lo hiciste mal, idiota! De no haber sido por la limpieza y por los actores que esa madrugada intervinieron, tú habrías sido descubierto al primer instante. Eso no lo sabías, ¿cierto? Ahora da igual... Antes de mostrarte lo que te delató, necesito que escribas algo -ordenó indicándole con la pistola que se aproximara al escritorio para tomar la pluma que había sobre un folio blanco, previamente preparado para tal acción.

Duncan obligó a sus piernas a moverse. «Es mi final, es mi final, lo sé. Lo es.» Cogió la pluma, miró el folio y sin atreverse a alzar la mirada hacia Caden, preguntó por lo que debía hacer.

-¡Oblígate a dejar de trepidar! -gritó Brisebois en cuanto la mano de Duncan realizó movimientos breves y rápidos, al tomar la pluma. Grozs se sobresaltó, respiró con profundidad y se esforzó por hacer lo que Caden le pedía-. Escribirás una nota suicida, asegúrate de hacer que parezca como si no te estuvieran apuntando con un arma -dijo con hostilidad pegándole la boca del cañón por detrás de la nuca. Duncan se estremeció al sentir el metal y asintió-. Escribe lo que hiciste con Jana y Belmont Lémieux, dilo todo, di que vas a suicidarte por lo que hiciste, sé claro y conciso, no te andes con rodeos. No te quieras pasar de listo, aún puedo hacer que parezca suicidio -finalizó con una sonrisa malévola que Grozs no pudo observar.

Duncan escribía con cuidado y cierta agilidad. Quizá lo único que quería el hombre que sostenía la pistola por detrás de su nuca, era una confesión. La misma que iba a obtener con lo redactado sobre la hoja. Confiaba en creer que después de eso lo liberaría.

El sendero de la muerteWhere stories live. Discover now