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Los de Homicidios llegaron horas después de que los invitados hubieran sido desalojados, para ese entonces quienquiera que lo hubiera hecho ya debía estar recostado sobre la cama, con la tranquilidad de no llegar a ser descubierto, porque nadie además de Caden, Oscar y su equipo de oficiales, sabía que estaba por iniciarse una indagatoria para dar con el culpable del homicidio.

Caden pensaba en la posibilidad de que Oscar pudiera haberlo hecho, pero ¿cuáles habían sido sus motivos? La escena mantenía ciertas similitudes con la historia que Audrey le había narrado. «No lo descartes, Oscar es inteligente. Lo hizo una vez, sabe cómo actuar», pensó en las palabras que Grenier había dicho, en las actitudes, en las preguntas formuladas y en las miradas que dirigía. Caden retrocedía en sus recuerdos. Algo en él y en el resto de los invitados debía darle alguna pista, algo por dónde partir. Incluso las conversaciones que había mantenido con ellos desde su arribo y lo que había percibido en la gente durante sus paseos por la aldea, debían serle de utilidad para encontrar el móvil. Lo complicado era saber identificar lo baladí de lo sustancial.

-¿Caleb Brisebois? -Escuchó una voz familiar llamándole por detrás. Había pasado tiempo desde la última vez, aunque sus recuerdos permanecían intactos. Estaba seguro de que en algún momento debían volver a encontrarse, no obstante, no contaba con que fuera durante este caso. «No debería sorprenderte, sigues en el mismo país y él trabajaba en Homicidios»-. No cabe duda de que los homicidios te persiguen -continuó aproximándose a él para saludarlo mientras esbozaba una sonrisa.

Caleb Brisebois había sido el nombre falso que Caden había adoptado después de que parte de su secreto hubiera sido descubierto.

«Si tú supieras», pensó Caden al girarse hacia él. Oscar hizo lo mismo y observó a un hombre alto, fornido, de espalda ancha y pelo castaño, que tenía una mirada penetrante, algo similar a la de Caden, aunque la de este último era más oscura. «Quizá es una condición de todos los que trabajan resolviendo homicidios», pensó Grenier.

El hombre vestía un pantalón de mezclilla, una camisa azul marino y una cazadora de cuero negra. Era un hombre imponente, sin duda.

«Y ahora los de Homicidios están aquí», dijo Oscar con preocupación para sus adentros.

-En algo debía enfocarme -habló Caden ocultando su afición por la muerte.

-Inspector Allan Franco, de Homicidios. -Se apresuró a presentarse ante el hombre que se situaba al lado de Caden. Caleb Brisebois, para el resto, a excepción de su padre, Audrey, Alessandro y aquellos que en su antigua ciudad lo creían muerto. Uno de los motivos principales por el que se vio obligado a cambiar de nombre y prácticamente, a ocultar todo sobre su pasado-. ¿En dónde está el cadáver y quién determinó que se trataba de un homicidio y no de un suicidio? -inquirió mostrando su tan marcada personalidad, la misma que Caden había percibido, cuando trabajaron en la resolución de un crimen que había tenido lugar en la habitación de un hotel. Lugar en el que pretendía pasar la noche con Audrey después de largo tiempo sin verse. El inspector había resuelto el crimen a lo largo de una noche. Caden se preguntaba si en esta ocasión podría suceder lo mismo.

El caso Lémieux era complejo, sobre todo por su sencillez. Un suicidio que había resultado ser otra cosa era fácil de decirse y percibirse, pero no sucedía lo mismo al identificar al culpable.

-Oscar Grenier, oficial de la comunidad -mencionó con amabilidad al tiempo en el que le estrechaba la mano-. Al parecer ambos se conocen, por lo que considero la respuesta a su última pregunta ya está resuelta. ¿No es así? -dijo mirando a Caden con interés.

-Cualquier otro en mi lugar habría determinado lo mismo -se defendió.

-El cuerpo sigue en la casa, en el segundo piso, dentro de la bañera... -explicó Grenier.

El sendero de la muerteWhere stories live. Discover now