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Cuando Caden volvió a casa percibió en Audrey una expresión inquietante, algo inusual sobre todo porque solía ser intrépida, curiosa y entusiasta. El castaño se aproximó a ella sin apartarle la mirada, la examinaba e intentaba descifrar lo que estaba pensando, pero naturalmente le fue imposible. Ella se encontraba recostada sobre la hamaca instalada en su jardín. El sol brillaba en su esplendor, parecía ser un buen día, eso si se dejaba de lado el asesinato. Si se hubiera tratado de sus vacaciones, este habría sido el final de ellas y quizá estarían empacando para abandonar el lugar. Es sorprendente el modo en el que la vida suele cambiar de un momento a otro, en muchas ocasiones sin avisar. Tal vez se debiera a lo acostumbrados que estamos a la rutina, tanto que cuando algo se sale de nuestras manos, nos resulta inusual y a veces, difícil de sobrellevar.

-¿Estás bien? -preguntó Caden tomando asiento frente a ella, en una de las butacas de madera que había en el jardín.

-He escuchado que en realidad fue asesinado. ¿Fue así? -respondió con otra pregunta. Era curiosa sí, pero algo en el modo en el que sus palabras salían de su boca, a Caden le hacía saber que ocultaba algo.

Los planes que Audrey tenía con respecto a Caden y su revelación, habían cambiado ante una nueva prioridad: su hermano.

-Sí, los de Homicidios están investigando... -Él se levantó y le pidió que lo acompañase de vuelta a la casa. No confiaba tanto en una conversación de ese calibre al aire libre. Una vez dentro, cerró la puerta deslizante y tomaron asiento sobre los sillones de la sala.

-¿Y precisamente tenías que ser tú quien pusiera en duda el suicidio? -inquirió con fastidio. ¿Por qué? Eso se preguntaba él. Las mujeres eran difíciles de comprender, no decían lo que querían, pretendían que con ambages uno podía conocer sus deseos y siempre expresaban lo contrario a sus ideas. Él hizo un esfuerzo por comprender e intentar ir a su paso, respiró profundo, cerró los ojos y se imaginó en una de las clases improvisadas de su padre, en caso de llegar a ser atrapado. «Niégalo todo, respira profundo, concéntrate. Ellos no tienen nada en tu contra. Estás un paso por delante. Respira, no pierdas los estribos. CONCENTRATE». Claramente esto no era similar, pero pronto aprendió, en cuanto comenzó su relación amorosa, que estar al lado de una mujer era como vivir en un interrogatorio continuo. Cada movimiento debía cuidarse del mismo modo en el que se lo había dicho su padre, porque uno nunca sabía cómo alguien más iba a proceder.

-Sí, ya me conoces. ¿No era eso lo que querías, que tuviera un nuevo comienzo, que encontrara paz conmigo mismo? Bueno, pues eso es lo que he hecho, ¿qué mejor que resolver un crimen mientras no tengo a una presa en la mira? No quiero asustarte, pero es mi naturaleza. La muerte me persigue o yo la persigo a ella -concluyó con frialdad.

-¿Incluso si fuiste tú quién lo asesinó? ¿No te bastaba con dejarlo así e irte de este lugar? -preguntó iracunda. Sus interrogantes resultaron ser totalmente inesperadas para Caden, el hombre que creía estar un paso por delante. Ella temió una reprimenda, lo había dicho sin pensar. Pensó en llorar y al final no lo hizo. «No lo proteges a él, recuérdalo».

-¿De qué diablos hablas? No fui yo, me conozco. No sería capaz de hacer una atrocidad como esa... -Ella lo miró con extrañeza, como si no le creyera, como si jamás le hubiera revelado lo que hacía, para ser sincera, le costó creerle. Caden percibió lo tontas que sus palabras habían resultado ser. Carcajeó con estridencia como un maníaco y posteriormente continuó-: Lo sé, soy capaz de hacer atrocidades, pero me refería a las erratas de principiantes. Si yo lo hubiera hecho estoy seguro de que habría sido un asesinato limpio, uno en el que definitivamente todo habría salido bien. No te he hablado mucho sobre esto, lo lamento, joder. Es algo que debo recordar hacer, pero cuando te digo que no lo he hecho es porque en efecto, no lo he hecho. Incluso a pesar de no recordar mucho de lo que aconteció durante la noche de ayer. Y ahora, poniéndonos más serios. -La miró con interés y cierta desconfianza-. ¿Qué fue lo que hiciste y por qué crees que lo hice? Dijiste que te encantaba el modo en el que solía funcionar cuando trabajaba resolviendo crímenes, no lo habrás preparado tú para obligarme a resolverlo ¿o sí? Después de todo, me conoces, sabes que un caso como este me resultaría íntimamente atractivo. Y, por si fuera poco, el encargado del caso es el inspector de la última vez. Con el que coincidimos esa noche en el hotel de la muerte.

El sendero de la muerteWhere stories live. Discover now