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Seguía siendo un buen día, aunque el atardecer estaba por llegar a su punto máximo. A su alrededor la naturaleza seguía transmitiéndole esa paz tan abrumadora y el cielo rojizo sobre su cabeza, le hacía recordar la ocasión en la que Alessandro -un viejo conocido- contemplaba el atardecer, sentado sobre una butaca de madera, antes de asesinar a su progenitor.

-Bien, puedo hacerme a la idea y en realidad creo que no fue tan difícil. Oscar fue movido por la ira y por la posibilidad de llegar a perderte. Quizá le sentó mal pensar en todas esas chicas muriendo en manos de un hombre al que por falta de pruebas no podían encerrar. Tal vez pensó en ti y en todas las que vendrían después. La idea lo abrumó y no pudo con tanto. Debía actuar y lo hizo. Sí, lo hizo por ti, pero también por todas ellas. Él tuvo lo que al resto de los adultos les faltó para encararlo. Creo que, en efecto, es un peso que carga todas las mañanas al despertar -mencionó al cabo de un tiempo-. Se siente abrumado y es el motivo por el que oculta la historia cuando se le pregunta por la elección de su oficio. Encontró su propósito o se siente tan abatido, tan culpable y tan responsable como para intentar redimirse y encontrar paz. Aquella que perdió hace tiempo en un lugar en el que es fácil obtenerla. Es algo con lo que ha aprendido a vivir, lo está aceptando. Ese hombre lo merecía. Oscar solo cobró venganza. Deberías estar tranquila y deberíamos irnos ya. Está claro que me necesitabas para que, en caso de resultar ser diferente, bueno, yo hiciera lo propio.

-Te equivocas, esa jamás fue mi intención -expresó ella fingiendo molestia. Aún no quería irse-. No deberías tomártelo tan personal. Sí averiguaba que lo seguía haciendo lo único que iba a lograr era que me sintiera más culpable de lo que me había estado sintiendo. Cuando te conocí comprendí que él lo había hecho por justicia. Siempre fue leal a sus principios, jamás podría odiarlo por eso. Sé que no actuó con mala fe. Y lo tuyo en cierto sentido cumple la misma lógica, en realidad quería que pasaras tiempo con él. Recordé cómo trabajabas con el inspector en el hotel y cómo me hablabas de Adrien -un chico que se iniciaba en la senda de la muerte cuando Caden lo conoció-, creíste que él podía convertirse en tu aprendiz. Estabas tan emocionado de compartir esa parte de tu vida con alguien más. Es diferente conmigo, cuando te centras en un caso te olvidas de todo y funcionas de otra manera, es un aspecto de tu vida del que me mantienes apartada y lo comprendo -mintió de manera convincente.

-¿Querías que hiciera amigos? -dijo él soltando una carcajada que animó a Audrey a sonreír con nerviosismo, al ver la gracia en su propuesta o más bien, al saber que estaba logrando su objetivo.

-Bueno, debía intentarlo.

-Entre menos, mejor -manifestó Brisebois mientras extendía el brazo para tomar el libro que se encontraba sobre el césped.

-Bien, esperaremos hasta el día de la Unión y más tarde, si quieres, haremos las maletas. Nos iremos al día siguiente antes del atardecer.

-De acuerdo -finalizó comprendiendo por qué a Audrey le gustaba leer ese tipo de historias. Le hacían recordar que el malo siempre era encontrado. Caden se preguntaba cuándo llegaría él a ser encontrado. Dos años atrás había estado cerca de eso y ahora la posibilidad parecía alejarse. «Sin amigos que sepan lo que haces, las posibilidades se reducen a cero. Entre menos, mejor». Fueron las palabras de su padre cuando por la tarde, regresaban a casa después de haber ido a cazar.

Al finalizar la cena lo tuvo completamente claro, el hermano de Audrey solo lo había hecho una vez y para ser sincero, le había salido bastante bien. Había cubierto sus huellas haciendo que el homicidio hubiera pasado por un suicidio. Más a su favor, las evidencias sobre lo que ese hombre había hecho habían llevado a la policía a tomar el evento como una acción de arrepentimiento. Oscar debió haber sido muy cauto, limpio y seguro de sí. A juzgar por el desenlace, el chico no debió haber tenido muchas complicaciones, un poco de cloroformo o alguna otra sustancia que no pudiera encontrarse en su sistema, algo que pudiera dejarlo inconsciente por algunas horas y después, la soga al cuello. Por supuesto, de algún modo tuvo que haberlo tenido todo listo. Y también, tuvo que haber esperado a que él hubiera despertado, quizá pudo haberlo colocado sobre una silla mientras se encontraba inconsciente y en cuanto abrió los ojos, la pateó para dejarlo morir. Tenía que haber estado consciente para que al realizar la autopsia todo pudiera cuadrar con el suicidio. Si el examen arrojaba que el estrangulamiento había sido post mortem o incluso si se le hubiera encontrado alguna sustancia o marca en el organismo, muy seguramente Oscar habría estado en problemas y una nueva investigación se habría abierto. Por lo que pudo averiguar, supo que nada de eso había ocurrido, el caso se cerró y la farsa se creyó. Al final había sido como Audrey se lo había dicho, todo había formado parte del karma.

El sendero de la muerteWhere stories live. Discover now