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En época festiva la humanidad siempre suele sacar lo mejor de sí. Se lo pasan bien y lo disfrutan tanto como si se tratase del último día de sus vidas. Teniendo esto en cuenta resultaba fácil pensar que Belmont Lémiux había disfrutado de su último día de vida. Todos lo disfrutaron, tanto que al día siguiente pocos recordaban lo que había ocurrido durante el anochecer, prueba de ello era la escena que la mucama había encontrado en la residencia del joven Lémieux.

Audrey había llevado a Caden a conocer a su familia, tres días antes del fatídico desenlace. Sus padres estuvieron encantados por estrechar la mano del hombre que acompañaba a su hija, conversaron un tanto y más tarde, cuando partían de vuelta a casa, se encontraron con Oscar, su hermano mayor. Un hombre tres años mayor que Audrey. Estaba casado y aunque aún no tenía hijos, era feliz a lado de su esposa. Él y Audrey compartían ciertos rasgos físicos, como la mirada y la sonrisa. Incluso, ambos eran arriesgados, temerarios y dispuestos a vivir. Él era ligeramente más alto que ella, tenía el cabello castaño y era un hombre fornido. Con respecto a su profesión, relataba que nada interesante ocurría en un pueblo como ese. Era un sitio tan tranquilo en el que todos parecían llevarse bien. Prueba de ello era el día de la Unición.

-No se lo pueden perder, este año será fenomenal. La familia Lémieux ha comprado los fuegos pirotécnicos y los ha donado a la comunidad. Todos aquí apoyan con algo, hay quien es bueno con los instrumentos musicales y armoniza el ambiente, algunos cocinan y otros regalan las bebidas. Se corre el rumor de que en los bares estarán dando cerveza gratis. Al final todo se relaciona con la unión. Se trata de apoyarnos los unos a los otros y de pasar tiempo con nuestros seres queridos. ¿Audrey te había platicado sobre esto? ¿Sobre la Unión? -preguntó Oscar Grenier con entusiasmo, dirigiéndose a Caden mientras caminaban cuesta abajo. Audrey lo había llevado a dar un paseo por el poblado y ahora volvían a casa.

-No, no recuerdo que me haya hablado sobre eso. Aunque comprendo que no era necesario, después de todo estamos aquí y a pocos días de disfrutarlo, ¿no?

-Sí, hombre -dijo y finalizó con una carcajada-. ¿Cómo se conocieron ustedes dos? -quiso saber. Los miró con picardía reconociendo que hacían buena pareja, que nunca antes había visto a su hermana tan feliz y quería saber cómo es que había ocurrido. Oscar recordaba que de pequeña Audrey solía decirle que jamás iba a enamorarse. Incluso antes de abandonar la aldea le prometió a Oscar que no volvería de la mano de un hombre. Y de repente, sorpresa, Audrey no había cumplido su palabra. No le molestaba, por supuesto que no. Oscar Grenier estaba feliz de que su hermana hubiera encontrado al hombre indicado después de...

Ella sonrió y miró a Caden con amor tras recordar el modo en el que se habían conocido. Al principio le pareció atractivo, cautivador, un hombre serio y bastante concentrado en su trabajo. Por supuesto, despertó su curiosidad. Audrey pudo notar que él había puesto el ojo sobre su persona. Esa fue la razón por la que decidió escribir bien su nombre en el vaso del café que había pedido, confiaba en que podría regresar y así lo hizo. No podía creer que él estuviera ahí horas más tarde, cuando casi finalizaba su turno. Moría de nervios y eso la obligó a fingir no saber nada al respecto. Aunque admitió que su corazón se le derritió en cuanto él con cierta torpeza, le pidió un vaso de chocolate caliente y la invitó a sentarse a su lado. Charlar con él fue impresionante, hacía referencia a su trabajo y al caso que estaba llevando de un modo tan peculiar, que a ella pronto le transmitió interés y ganas por querer saber más. Después de eso vinieron otros encuentros, una separación y finalmente, el gran reencuentro. Recordaba que era tan elocuente, que gozaba de una retórica tan convincente que la mantuvo enganchada por mucho tiempo, incluso ahora había momentos en los que simplemente quedaba hipnotizada por sus palabras, como un niño al presenciar un acto de magia.

-Una mañana, un café y ella frente a mí. Tengo que admitir que me deslumbró, parecía ser tan carismática y se esforzaba en lo que hacía. Más tarde, un par de bebidas calientes nos unieron. Yo trabajaba en un caso muy importante -del que dependía mi vida-, aunque decidí volver para conversar con ella. ¿Sabes? En la vida uno debe saber priorizar. El resto vino después, supe que podía confiar en ella y que ella podía confiar en mí. De eso ya han pasado casi dos años y henos aquí, a tan poco de nuestro primer día de la Unión.

El sendero de la muerteWhere stories live. Discover now