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Posicionados frente a la casa de Basile, el inspector Franco llamó a la puerta y al cabo de unos segundos, un hombre de cincuenta años apareció frente a ellos. El individuo mostró cordialidad e imaginó el motivo de la visita. En mente, ya tenía el nombre de un posible sospechoso. Basile era un tipo rudo y por lo que Nabu les había contado, era obvio que quería sentirse parte del equipo de Homicidios. Quizá, incluso había estado investigando por su cuenta.

-Buenas tardes, caballeros. Pasen, pasen. Los vi hace un rato dirigirse hacia la casa de la familia Lémieux y estaba esperando por su visita... -confesó con emoción invitándolos a pasar.

-Buenas tardes, señor Basile. Nos alegra escuchar eso. Según tengo entendido, usted es un testigo potencial -dijo Franco reconociendo que el hombre tenía mucho por decirles.

-Sí, quiero decir, todos pasan por aquí... Pasen, no se queden ahí que el sol quema.

Segundos después, los hombres ingresaron a la casa del amigo de la familia Lémieux y tomaron asiento en un sofá alargado de la sala. Basile se posicionó frente a ellos y los miró en espera de las interrogantes, aunque al no escucharlas, fue él quien comenzó a hablar.

-Lo que ocurrió fue una tragedia. Me duele ver a esa familia desmoronarse... Yo estuve ahí cuando la mucama informó sobre lo que había ocurrido. Supongo ya habrán hablado con ella, pobre mujer, pobre mujer -se lamentó al imaginarla contemplando el cuerpo de Lémieux.

-Efectivamente, hablé con ella ayer -confirmó el inspector Franco.

-Sí, era de suponerse...

-Usted se apresuró a impedir el paso a la escena referida por la mucama -recordó Caden-. ¿No sabrá algo que nosotros no sepamos?

-He visto tantas películas como para saber que un simple mortal como yo, no puede, más bien, no debe comprometer la evidencia. Solo hice lo que creí era adecuado. Al final, supongo que ha tenido que servir de algo. La gente cuenta que el hijo mayor de los Lémieux fue asesinado -dijo con pesar-. Creo que mi manera de reaccionar debe agradecerse. Me aseguré de que nadie ingresara a la casa hasta que llegó el oficial Grenier y se encargó de todo, naturalmente después llegó usted -hizo referencia al inspector- y puso orden en la escena del crimen.

-Sí, ha sido de gran ayuda, aunque me temo que no habría cambiado mucho -aclaró el inspector y quiso hablarle sobre la limpieza en el lugar o sobre lo que había averiguado, pero reconocía que era información confidencial que solo algunos debían conocer. No era un chisme que pudiera difundirse.

-Nos queda claro que sabe por qué estamos aquí, así que pasemos a ello. ¿Vio algo extraño la noche de la muerte de Lémieux? ¿Alguna persona bajando por el sendero, quizá? -inquirió Caden con astucia.

-Ah, sí -pronunció con emoción reconociendo que esa era la pregunta que había estado esperando que le hiciesen-. Sí, yo vi algo. Verán, en la noche de la Unión todos se la pasaron de fiesta, como cada año. Algunos beben, otros se encuentran con sus parejas y disfrutan de los fuegos artificiales. Se supone que todo debe ser diversión... Sea como sea, volví a mi hogar después del encendido de fuegos artificiales. Estaba tan cansado, a mi edad, bueno, ya no suelo disfrutar de las fiestas como solía hacerlo en mi juventud, aunque quisiera, el cuerpo simplemente no me lo permite. Era tarde, volví alrededor de las doce de la noche. Fui a la cama y desperté a las dos de la madrugada, lo sé porque me detuve a mirar el reloj. Han de saber que me resulta complicado conciliar el sueño después de haber despertado. Y esa noche fueron unas voces estridentes las que me hicieron despertar. De esas que escuchas cuando cerca de tu casa hay una fiesta, ¿me siguen? -inquirió-. Se puede percibir el murmullo de los jóvenes alcoholizados tras haberse quedado hasta el último segundo en la jarana. Pues bien, me asomé por la ventana para saber quién había sido el culpable de mi sueño interrumpido. Pronto me di cuenta de que se trataba de los Lémieux...

El sendero de la muerteWhere stories live. Discover now