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Audrey había estado buscando a Caden con desesperación. La noche anterior había llegado tarde y al amanecer había salido muy temprano de la morada. Hacía un par de días que lo notaba extraño, enfocado en otra cosa e indispuesto a contar algo. Temía que lo que le había revelado antes de planear el viaje a la aldea fuera cierto. Se había negado a creerlo y para ser sincera, ahora aceptaba que le tenía miedo, pese a siempre haberle dicho que no. No pudo conciliar el sueño desde la revelación, tampoco podía darse el lujo de hacérselo saber. Él la conocía, podía encontrarla, podía hacerle algo. No podía confiar en él a pesar de las incesantes ocasiones en las que le dijo que tenía un código y que no encajaba en él. Lo dudaba, lo dudaba en serio. Se preguntaba cuándo cambiaría de opinión y cuándo decidiría hacerle daño. Un asesino no podía tener sentimientos hacia ella ni hacia nadie más, no podía sentir más que mera obsesión y deseo de pertenencia.

«Vuelve con tus padres, vuelve con tu hermano y pide ayuda. Vuelve a casa, todo estará bien ahí. No le hagas saber que le tienes miedo, incluso cuando te mueras por dentro. Resiste, alguien podrá ayudarte. Finge, finge que nada ha cambiado».

Caden tenía razón, ella le tenía miedo y comenzó a planear el viaje para no sentirse sola, no quería morir. Sus padres pensarían que lo estaba pasando bien, que estaba cumpliendo su sueño y con esas ideas, era seguro que no iban a buscarla. Si moría nadie iba a preguntar por ella, nadie iba a saber qué era lo que le había ocurrido. La olvidarían y nunca nadie iba a pensar que la habían asesinado.

Era cierto que cuando lo conoció vio algo en él que le hizo recordar a su hermano, supo que quizá Caden había hecho algo como lo que él había realizado, sin embargo, no contaba con que lo hubiera convertido en un estilo de vida. Oscar había asesinado una vez para cuidar de ella y por lo que había podido averiguar, no lo había vuelto a hacer. El peso de esa muerte era algo con lo que cargaba todos los días y por lo que decidió convertirse en oficial de policía. Audrey intentaba comprenderlo, pensaba en la culpa y en las ganas que él tenía por volver al camino correcto. Quizá eso era lo que Caden necesitaba. Ella se esforzó por hacer que resolviera crímenes y que volviera a trabajar. Estaba convencida de que, con la mente enfocada en otra cosa, pronto se olvidaría de lo que había ocurrido en su pasado. Decidió confiar en que podría olvidar.

Audrey Grenier ignoraba qué era lo que Caden había hecho. Parte de su trabajo era lidiar con la muerte y pensó que en algún momento había matado por accidente a alguien, quizá en una operación peligrosa. También creyó lo que se dijo en los periódicos sobre la reivindicación de su nombre, como un agente de policía que lo había dado todo por la ciudadanía. Aunque antes se le hubiera creído culpable de múltiples asesinatos, motivo por el cual se había visto obligado a cambiar de nombre y por el que había fingido su muerte. El asesino en serie que iba tras él lo había incriminado para evitar ir a la cárcel, esa era una historia que Audrey conocía muy bien. Al final, todo eso se había desmentido, el asesino era otro y los periódicos lo habían llamado "El Artista Sangriento". Caden no era él, no podía serlo. Para cuando eso se supo Caden ya había cambiado de nombre y Audrey confió como lo habría hecho con su hermano.

Pese a ello y a la seguridad de haberlo conocido a lo largo de un año, se obligó a creer que lo que le había revelado había sido un modo cruel de burlarse de ella.

-Te enamoraste de una persona que no es para nada como crees que es... yo... Audrey, yo soy un...

Pensó en sus palabras y recordó que no lo había dejado terminar. Temió escucharlo.

-Escucha, tengo un código. No encajas en él...

Esa voz fue neutral, algo fría y para nada familiar. Fue como haber despertado a la bestia, como si le hubiera dado el permiso que necesitaba para dejar de fingir. Denotaba seguridad y al mismo tiempo superioridad. Era la voz de un asesino que le decía que no debía preocuparse, que a su lado no corría peligro.

El sendero de la muerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora