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A Caden Brisebois le fastidiaba tener que empacar para un viaje que solo duraría dos semanas. No comprendía la razón por la que había accedido cumplir con las insistencias de Audrey, quizá hubiera sido por eso, por las insistencias que entre cada hora y cada día le repetía. Audrey era empecinada, lograba lo que se proponía y lo hacía de tal modo que a él llegaba a fastidiarle. Audrey Grenier era como él. Se fijaba un objetivo y no descansaba hasta haberlo alcanzado. La diferencia era que con sus acciones ella no afectaba a nadie, no del modo en el que Caden lo hacía.

Muchas cosas habían pasado a lo largo de un año. Caden ya no luchaba contra sus problemas existenciales y personales. Había vuelto a ser lo que era antes de huir pese a ahora estar en una relación sentimental. En principio pensó que podía ser un problema, se sentía inseguro y en varias ocasiones llegó a preguntarse si eso era lo que quería. Si podría con ello.

Al paso de los días comprendió que quizá el amor nunca lo llegaría a alcanzar, que nunca llegaría a amar a alguien, más que a él mismo, pero que sentir aprecio por otros, eso sí podía hacerlo. No sabía si así lo concebía Alessandro, personaje que se encontraba en las mismas condiciones que él. Un hombre que conoció en la infancia y que jugaba un papel importante en su historia o por lo menos lo había hecho durante los últimos años. El asesino al que los periódicos le habían adjudicado el nombre de "El artista sangriento". Un asesino en serie que le hizo ver su futuro, que le hizo sentir la muerte y lo llevó a disfrutar por algún momento, de la tortura. Algo que jamás había hecho del modo en el que Alessandro lo hacía y que, sin duda, deseaba volver a experimentar. Siempre tenía que obligarse a olvidarlo cuando estaba frente a sus víctimas, aunque sabía que, en algún momento, tarde o temprano iba a caer y eso marcaría el inicio de una nueva etapa.

Ahora no sabía nada sobre Alessandro, hacía más de un año que sus caminos ya no se habían vuelto a cruzar. En realidad, las cosas estaban mucho mejor. Había vuelto al camino, esta vez de manera moderada. Lo disfrutaba. Quizá fuera la edad, el paso de los años y la experiencia lo que le hacía centrarse más en los detalles, en su técnica, en la persecución, en el diseño del plan. Reconocía que en el pasado lo había hecho muy rápido, tanto que casi no lograba recordar una sensación como la que sentía ahora.

Se lo tomaba con detenimiento, como el niño que ha aprendido a leer y después de la práctica sabe que las palabras seguirán ahí, que es mejor disfrutar cada una de ellas antes de devorarlas por completo.

Su pasado era señal de que había tenido suerte. Lo descubrieron y su ingenio le ayudó a tergiversar lo ocurrido para declararse inocente. Después de eso comprendió que debía ser más cauto, que debía encontrar otra técnica y que no había prisa para asesinar. Que no podía cometer otro error y que debía aprender de ellos para evitar ser descubierto. «Sé cauto, no te dejes descubrir. Piensa bien, sé más inteligente que ellos». Su padre siempre se lo dijo y esas eran palabras que jamás debía volver a olvidar.

Comenzar una vida en otra ciudad siempre es bueno. Es como una especie de sanación a la que todo ser humano debe estar obligado a experimentar. Esa idea y Audrey lo convencieron de empacar para visitar el pueblo en el que su novia había dado sus primeros pasos. Audrey Grenier decía que era lo que él necesitaba, pero ¿cómo podía ella saberlo? ¿Era lo que ella quería? ¿Comprendía lo que le había insinuado? ¿Acaso esa había sido la manera evasiva que había encontrado para decirle que lo odiaba, que no concebía que su pareja fuera un asesino, que le tenía miedo y que no encontraba el modo de decirle que se fuera de la casa y se apartara de su lado?

-Deja de pensar que esto está mal -dijo Audrey dirigiéndose a él mientras se aproximaba para tomarlo por los hombros. Caden se hizo espacio en el colchón y tomó asiento. Audrey se sentó sobre sus piernas, y se esforzó por mirarlo como solía hacerlo cuando Caden tenía dudas respecto a su relación. Después, lo besó en los labios y lo hizo estremecer.

El sendero de la muerteWhere stories live. Discover now