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Déjenme en paz —ruego, mientras subo mis rodillas a mi pecho y me abrazo.

Siento otra patada en mi espalda y mis lágrimas no paran de salir, trato de no soltar a alaridos porque eso es lo que ellos quieren que haga.

—Escucharon a la mocosa—alguien habla, pero no le prestó atención—. Párateordena la persona y yo no hago caso, me jala bruscamente dejándome de pie—. No está tan mal, deberías estar peor—dice mientras coge mi mentón y me mira—. ¿Hablaras si o no?

Me quedo callada y esa es su respuesta para que me sigan torturando. Quieren que hable y eso no pasara. Siento mis piernas temblar queriendo caer mientras él me empuja hacia la habitación.

—No por favor, no me lleven—ruego llorando.

Me tira al suelo de la habitación color negra y cierra la puerta en mi cara, no quiero voltear porque sé qué sucederá.

—¡No!—Grito, sentándome rápidamente en la cama.

Empiezo a mirar a mi alrededor para confirmar que todo es un sueño y que estoy en mi habitación. El sudor está por todo mi cuerpo, miro el reloj que esta en la pared y encuentro con que son las 3:48 de la mañana. Abro el cajón de la mesita, cojo el celular y marco al único número que literalmente siempre está para ayudarme y apoyarme en todo lo que necesite.

—Contesta por favor—susurro.

Suena por última vez el timbre y se va a correo de voz, cuelgo. Me quedo viendo la pared llena de posters pensando en que puedo hacer, no podre llamar a Omeo porque se pondrá bravo, Celyse y Adri se preocuparán de más al igual que mis papás, solo me quedo sentada y sin intentar dormir porque volverán las pesadillas. Me pongo a ver mi celular hasta que suena una llamada entrante que contesto rápidamente.

—¿No deberías estar durmiendo? —Pregunta.

—Lo mismo deberías estar haciendo.

—No tengo sueño.

—Yo tampoco.

—Lo note, ¿Qué necesitas?

—Salir.

—Hum, ya voy para allá y arreglamos ese problemita.

—Te quiero.

—Lo sé, yo también.

—Gracias Liam—digo y él cuelga.

Quito las cobijas de encima y me paro, voy al closet y elijo ponerme una sudadera negra que pongo en la cama. Entro al baño y me doy una ducha rápida, me cepillo los dientes, salgo y me pongo la sudadera, me peino el pelo con los dedos y voy a la puerta. 

Al salir del cuarto bajo rápido las escaleras y espero en la sala a que él me avise que ya está aquí.

No es la primera vez que hacemos esto, a veces es él quien está mal y me pide ayuda. Desde pequeños hacemos esto, nos ayudamos mutuamente sin importar la hora o que tan lejos estemos, nos ayudamos.

Me quedo sentada en uno de los sofás de la sala y espero por media hora hasta que suena el celular avisando que él ya llego. Salgo de la casa con las llaves en la mano y camino todo el sendero de piedra hasta la reja negra que rodea toda mi hogar, la abro y salgo, Liam se encuentra sentado en el andel.

—Ya podemos irnos.

Voltea su rostro con una sonrisa de labios cerrados y los ojos iluminados por la luz del poste a mi lado, se para y me estira la mano en forma de saludo, se la doy y el tira de mi abrazándome.

¿Y si tú fueras mi muerte? #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora