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Adriana

—¿Cómo te fue en el paseo? —pregunta.

—Bien, supongo.

—¿Supongo? —escucho repetir a mi padre.

—Sí—suelto a secas—. Tengo sueño y ustedes ya saben que estoy bien, así que me voy.

—Adriana, ni se te ocurra colgar esta...—advierte mi mamá, pero cuelgo sin importarme el regaño que me llegara cuando los vuelva a ver.

Cojo los portafolios que están en la mesa del comedor y las llevo al cuarto de los Ocultos. Las meto en los cajones que corresponden y saco una nueva para leerla. Salgo de la habitación y camino a mi cuarto.

Pero antes de llegar decido ir a la cocina por comida. Al llegar abro la nevera y saco un bote de helado sabor a chocolate, cojo una cuchara. Luego entreabro uno de los cajones donde se guardan los dulces y saco una caja de galletas con el mismo sabor que lo anterior. Lo cierro y voy a mi cuarto.

Llego pongo las cosas en una silla que tengo al lado de mi cama.

Entro al baño y me agacho al cajón blanco, lo abro y saco una tableta de vitaminas, la pongo en el lava manos. Cojo el vaso de cristal al mismo tiempo que abro la llave, lo lleno de agua, y la cierro de nuevo. Saco una vitamina de la tableta, la pongo en mi lengua, cojo el vaso y lo llevo a mi boca, tomo pasándome la pastilla. Pongo de nuevo todo en su lugar y salgo.

Subo a la cama y quedo sentada, tapo mis pies con las cobijas moradas que me regalo Amarilis. Estiro mi mano para coger el celular en la cilla, pero lo único que siento es un golpe.

Se te olvido el celular.

Suelto un fuerte bufido de incredulidad, destapo mis pies y me paro de la cama. Voy a la cocina por mi preciado celular, al llegar lo encuentro encima de la Isla, lo cojo y antes de poder volver a mi cama veo que la pantalla esta encendida mostrando mensajes de alguien desconocido. Los abro y al leerlos una de mis cejas se levanta.

 Desconocido: El juego va a comenzar y nosotros seremos sus cazadores.

Desconocido: Los vamos a cazar uno por uno hasta que no quede nadie de ustedes.

Leo los dos primeros mensajes, pero me da pereza, así que bajo al último mensaje.

Desconocido: ¿Lista para morir?

Adriana: ¿Desde cuándo las presas se creen cazadores? 

Desconocido: Seremos quienes los destruyamos.

Adriana: Ok. Que les vaya bien en eso.

Salgo del chat y el celular se apaga por la poca batería que tiene.

Vuelvo a la habitación y esta vez logro estar feliz, ya tapada con las cobijas. Pongo a cargar el celular al lado de la cama y cojo el portafolio color negro para empezar a leerlo.

—Ella no sabe—afirma algo que yo ya suponía.

—No queremos que Amarilis sepa todavía.

Tomo un largo respiro de frustración.

—Adriana—advierte como siempre mi mamá intentando que yo hable.

No digo nada y me quedo viendo la foto de Liam que está en mis manos sin poderme opinar nada de lo que han dicho.

—Adriana—mi padre habla llamando mi atención, alzo la vista y lo miro sin mostrar ningún sentimiento en mi rostro. Eso es lo que él busca emociones que no encontrara.

—¿Qué?

—Te decimos esto porque ya llegara el último año y debes tener mucho cuidado con él.

—Bueno—es lo único que suelto frente al tema—. ¿Ya me puedo ir?

—Si—dice mi papá antes de que mi mamá reclame.

Subo a la habitación y siento un profundo dolor que seguirá latente durante mucho tiempo hasta que ella se entere.

Cierro el portafolio que no logro terminar de leer y lo pongo en la cilla de nuevo. El recuerdo de aquel día me atormenta en momentos que parecen eternos como ahora. No quiero cargar más con este secreto, pero tengo que hacerlo.

Cojo el celular que ya está un poco cargado y entro al chat de Amarilis.

Adriana: Tienes que saber algo sobre...

Tecleo, pero antes de enviarlo lo elimino.

Me tiro a la cama y me quedo viendo la pared del techo esperando que todo salga bien, que cuando ella sepa todo no se rompa... Amarilis lo va a resistir.

Yo sé que será así. Tiene que serlo.

¿Y si tú fueras mi muerte? #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora