Prólogo

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—Hay demasiado silencio.

La miro por encima de mi hombro y asiento en acuerdo. Luego, volviendo la vista al frente, continuamos caminando en busca de la quinta cabeza de la pirámide.

Detenemos nuestro avance al oír un objeto caer. Miro hacia arriba, sintiendo que el sonido proviene del piso superior.

—¿Qué fue eso? —murmura.

Otro objeto cae, pero esta vez detecto el ruido del piso que esta abajo de mis pies, volteo a verla, ella me hace un amague con la mano para que vayamos hacia donde provenía el ruido. En silencio empezamos a caminar a la cocina, al llegar no encontramos nada. Cuando iba a hablar otra cosa vuelve y cae. Salimos de la cocina, pasamos por toda la casa hasta llegar a las escaleras del sótano, todo un sitio oscuro y apedreado. Bajamos lentamente por cada escalón y al estar frente a la puerta de madera, miro a mi compañera, veo que ella está apuntando su arma hacia donde vamos a entrar por precaución.

Hoy ninguna de las dos quiere morir.

Al abrir la puerta nos encontramos con una escena macabra.

Hay un individuo colgando de una cuerda, me acerco con pasos lentos fijándome en la silla caída y la mesa de piedra que tiene objetos de tortura, también como todo el lugar esta manchado de sangre. 

Llego a la persona y le quitó el pelo rubio de su rostro y me encuentro con una mujer bastante pálida, con los ojos un poco salidos, tiene sangre seca en la nariz y una cortada que recorre desde la parte derecha de uno de sus cachetes hasta la oreja. Me alejo un poco dando unos pasos atrás y chocó con Adriana.

La veo completamente y noto heridas de todo tipo en su cuerpo; La quemaron en distintas partes dejándole la ropa adherida a su piel, tiene morados en sus manos y ellas mismas le faltan dedos, puntos pequeños alrededor de sus ojos que seguro hicieron con agujas.

Quito mi vista de ella para pasarla a la silla que seguro ella misma tiro con sus piernas.

Suenan pasos en el piso superior a nosotras ponemos atención a aquello ignorando todo este desastre.

—Debe estar arriba—digo al ver a la mujer.

Yo me adelanto sacando mi arma dorada y apuntando adelante, subimos las escaleras lentamente hasta que una sombra se muestra, las dos empezamos a correr hacia la persona que también lo hace. 

Salimos de la casa y miramos a todos los lados para ver donde se encuentra, miro hacia mi izquierda y lo encuentro tratando de huir en una moto. Jalo a Adriana del brazo y la llevo a nuestro carro Tesla Roadster.

—Conduce—ordeno.

Ella sube en la parte del conductor, yo me subo posicionándome en la ventana que está abierta del auto y Adriana arranca a toda velocidad.

Vamos detrás de él y yo solo quiero que nos acerquemos un poco más para disparar a una de las llantas de la moto, pero un carro se interpone en mi cometido.

—¡Acércate! —grito.

No quiero perderlo de vista, quiero que pague por lo que hizo.

Ella hace caso acelerando, da una vuelta en un callejón sin salida por donde entra el hombre, le da vueltas al volante dejando el carro de bloqueo. Me deja espacio para dispararle en la llanta de la moto para dejarlo totalmente indefenso, y es lo que hago.

Él se baja de la moto, esta cae al suelo.

No llegará muy lejos si lo intenta.

Adriana le apunta con el arma dándole un claro aviso de que, si intenta hacer algo, va a morir.

—No me pueden matar, soy muy importante para él.

—Él se fue a la mierda cuando se volvió nuestra presa —responde Adriana.

—Cuando él se entere...

—Cuando él se entere será demasiado tarde—interrumpo—. Ya estaremos frente a él, apuntándole a su corazón. Ustedes no tuvieron piedad y nosotros tampoco la tendremos, son una plaga y nos encargaremos de destruirla.

—Nunca podrán—responde—. No son muy diferente a nosotros. —Suelta una risa—. Lo saben, ¿cierto?

—Lo único que tenemos en común es que matamos, pero ustedes son cucarachas insignificantes que cuando se les enfrentan mueren y no vuelven, nosotros no, no moriremos, nunca lo haremos.

Mueve sus manos detrás de la cadera y Adriana le dispara a su cabeza. Cae al piso y de a poco se va derramando la sangre, dejando un charco de color rojo intenso.

Lo merecía, violó y mató a mujeres como aquella colgada de una cuerda.

Una cucaracha menos en este mundo.

Somos un secreto, personas normales a simple vista, pero escarba más a profundidad y sabrás realmente de nosotros. No dudamos en matar a quienes se lo merecen, porque todos podemos ser humanos y tenemos derecho a equivocarnos, sin embargo, algunos dejan de serlo convirtiéndose en monstruos. 

La maldad está en todos, pero quienes la demuestran caerán como la persona que está al frente mío con un charco de sangre bajo su cabeza.

Muertas.

¿Y si tú fueras mi muerte? #1Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon