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Liam.


Lennox: Supe que se llevó un vestido morado que le quedaba precioso en la graduación y no pude verla porque mi padre me ha tenido retenido todo el maldito día.

Emanuele: ¿Por qué no escapa y va a la fiesta?

Leo el mensaje y apago el celular.

La puerta es abierta con fuerza haciéndola chocar contra la pared de piedra, el estruendo es muy sonoro. Alzo la vista del celular y miro a mi padre.

—¡Todo es tu culpa! —vocifera caminando a mi dirección.

—Ya lo sé y lo solucionaré—respondo perezosamente mientras me paro del sillón de cuero—. No volverá suceder.

—No, claro que no va a volver a suceder. Esa mercancía no se puede perder—declara determinado. Deja de caminar quedando a dos pasos adelante de donde estoy—. Lennox. Eso llega a suceder y las consecuencias no serán nada lindas para ti, hijo—amenaza.

—Me encargaré de que eso no suceda. Lo solucionaré—repito.

Asiente confiado, siempre soluciono las mierdas en las que me meto y él lo sabe. Sé lo cruel que llega hacer cuando me castiga por un mínimo error que yo cometa, así que aprendí a no fallar.

Esta vez lo hice porque estaba distraído con la Nochecita, como mayormente sucede. Pero ya no habrá más distracciones como ella. Solo me hace fallar, es un fallo en mi vida que desaparecerá pronto.

—Encárgate de él—ordena.

Señala a la persona que está crucificada a mis espaldas sin parar de gritar y llorar como la rata que es.

—Lo voy a hacer—respondo después de unos segundos.

—Voy a estar en la oficina—avisa. Se da la vuelta y camina a la salida, pero antes de salir frena y voltea a verme—. Hijo—me llama.

—¿Sí?

—Después de encargarte de esa rata puedes salir—informa y toma un largo respiro—. Te dejo esta noche de vacaciones. Será tu regalo de navidad, así que aprovéchalo. Ya no habrá más días libres.

—Gracias.

—Te espero mañana a primera hora en el aeropuerto—termina de informarme y se va cerrando la puerta a sus espaldas.

Volveré adonde pertenezco, pero me iré lejos de mi hogar.

Los chillidos, maullido o lo que sea que suelte esa rata me saca de mis pensamientos. Bajo mis ojos del techo y volteo a verlo con pereza.

—¿Por qué sigues gritando si sabes que nadie te va a salvar? —cuestiono con obviedad.

Él no responde. Abre los ojos como platos cuando ve que me estoy acercando y aquel acto me hace soltar una carcajada.

—¿En serio pensaste que no me enteraría de lo que hiciste? —sigo hablando sin esperar ninguna respuesta.

Dejo de caminar cuando llego a la palanca que está al lado de la cruz donde él está.

—Tu muerte será rápida—aviso.

Me divertiría con él, pero sería una pérdida de tiempo si quiero ver a Amarilis lo más antes posible.

Muevo la palanca rápida, sin ningún remordimiento. El hombre grita aún más fuerte cuando la cruz golpea el suelo y logro escuchar como seguramente algunos huesos se le rompen.

¿Y si tú fueras mi muerte? #1Where stories live. Discover now