¿Qué es el estilo?

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No se piensa que se llega al estilo de manera consciente, lo mismo que no se controla el color de los ojos. Después de todo, tu estilo eres tú. Al final, la personalidad de cada escritor tiene mucho que ver con su obra. Humanamente, la personalidad tiene que estar ahí. La humanidad individual del escritor, su palabra o actitud ante el mundo, tiene que aparecer casi como un personaje que entra en contacto con el lector. 

Marcel Proust expresa: «El estilo es para el escritor lo mismo que el color para el pintor, no es una cuestión de técnica sino de visión».

El estilo es por tanto algo que trasciende la técnica y los recursos empleados por el escritor (aunque de algún modo también se alimenta de ellos). Y tiene que ver con la visión del mundo que el autor tiene y con la personalidad con la que se enfrenta a ese mundo. Pero no olvidemos que «el mundo» de un escritor es también —y sobre todo— un mundo literario. Es decir, que su actitud ante el mundo se refiere en gran parte a su visión propia de la narrativa y de la creación literaria.

El estilo, entonces, parece tener que ver con la visión de la literatura y de su literatura que el autor cultiva. Y esa visión suele asentarse en dos bases: el conocimiento de lo que otros escritores han hecho antes que él, por un lado, y, por otro, el deseo de innovar, de, precisamente, romper con lo ya hecho.

El proceso parece ser el siguiente: el escritor busca una manera genuina, suya, de expresarse. Repasa las maneras existentes (lo que implica necesariamente conocerlas) y comprueba que ninguna le sirve. Entonces no lo queda otro remedio que buscar una fórmula nueva.

Un escritor con un estilo propio muy definido usa el mismo lenguaje —las mismas palabras—, las mismas técnicas y recursos que el resto de sus compañeros de oficio. Pero su búsqueda, el camino que él ha emprendido en su intento de expresar de la mejor manera posible sus ideas y su visión del mundo, le han llevado por un camino único, por un camino que parece destinado solo a él. Y esa senda personal por la que ha transitado le ha conducido a su estilo, que es algo así como su huella dactilar.

En resumen, el estilo no se aprende, pero se trabaja. Es la huella de tu sensibilidad y tiene que ver con cómo usas tú las herramientas y recursos literarios para lanzar tu mensaje al mundo por medio de las obras literarias que construyes a modo de metáforas de tu visión particular de las cosas.

Trabajar el estilo pasa por conocer bien lo que ya se ha hecho. Por eso un escritor necesita dominar la tradición literaria: solo así tendrás una visión de las maneras posibles de componer tu obra y podrás valorar si alguna de ellas encaja contigo. Será al usar esas formas cuando, desde dentro, las transformes, las ajustes, las adaptes a ti y crees tu propia manera de hacer: tu estilo.

Tu estilo puede ser entendido como una expresión de tu poética. Por eso conviene dedicar tiempo a pensar cómo es tu proceso creativo, por qué escribes y cómo escribes, cuál es ese mensaje que quieres transmitir. En esos puntos anida tu voz.

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