UNA INOFENSIVA DISTRACCIÓN {3}

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{Capítulo 3}

THUNDER

—¿Puede..., por favor, decirme la cantidad de participantes? —Mi tono denotaba cansancio. Aburrido, esperé paciente, cruzándome de brazos.

—Eso está mejor, muchacho. —Esta abrió la carpeta que llevaba en su mano izquierda. Ella se humedeció la yema de su dedo índice y pasó a la última hoja de la tabla de inscripciones—. Actualmente son..., sí, parece que hemos llegado al límite.

Esperé sumiso en mi sitio, esperando que dejase de hablar para sí misma y me diese una respuesta concisa-

—Pues sí, eso parece...

Suspiré sonoro y me atreví a preguntar de nuevo:

— ¿Y bien...?

— Ah, sí, se me había olvidado que estabas aquí —Volví a suspirar con fuerza y me atraganté con mis propias palabras que enterré muy profundo dentro de mí—. Mil, mil son los participantes como tú, Thunder, que se han presentado para las audiciones. Es la mayor participación que permitimos, ya que la escuela es grande pero no disponemos de tanto tiempo como para atender a más personas.

Diez plazas de mil participantes. Aún había..., posibilidades. Me obligué a pensar.

—¿Y qué pasaría..., en el hipotético caso de que me cogieran? —inquirí, llevando mi mano derecha hacia mi labio inferior, deslizando mi pulgar de un lado a otro de este hasta chocar con el piercing, para pararme nuevamente sobre este y acariciarlo como de costumbre.

—Después de ello, a los diez elegidos se les haría una nueva prueba, cada uno de ellos junto a un alumno del grupo "A+" para realizar un dueto y presentarlo ante el jurado. El dueto debería estar formado por un alumno que tocase el mismo instrumento que tú.

>> Tendríais una semana entera para organizarlo, las puertas de la escuela estarían abiertas para vosotros, incluso el sábado y el domingo. Pero solamente en ese caso. Y al terminar la prueba, se os asignaría una planta en la que estar en toda vuestra estancia. Es decir, el nivel al que habríais sido correspondidos. Mientras tanto, vuestra estancia esa semana sería totalmente gratuita, puesto que la escuela se aseguraría en que vuestro descanso fuese pleno y adecuado como para que hicieseis acto de presencia a la prueba como es debido. Y solo si superaseis la última prueba, la del dueto, la escuela os pagaría el alquiler de la vivienda correspondiente más otras muchas comodidades durante todo el año que estuvieseis en la escuela.

—¿Estancia...? —pregunté, dubitativo—. No sabía que la escuela... proporcionase ese servicio, ni que al superar la prueba se obtuviese todo lo mencionado.

—Sí, la escuela es un gran edificio de siete plantas, pero en sus alrededores, si al llegar aquí te has fijado, Thunder, hay decenas y decenas de viviendas adosadas, a un paso de cebra de distancia de la escuela. Esas viviendas son de uso privado para los alumnos de la escuela. Algunos tienen estas ya como su propiedad inamovible debido a su puesto en la escuela. Muchos otros tienen la posibilidad de acceder a ellas por un precio, solo que estos suelen ser los mismos que cuentan con unos buenos ahorros o con unos padres de alto cargo en la ciudad. Por lo que viven en sus mansiones privadas o chalets de lujo a las afueras de la ciudad y rehúsan de esa comodidad que les permite estar a un paso de la escuela. En su mayoría todos ellos se han quedado en la primera planta, sin subir de nivel.

—Recuerda que el dinero puede hacer mucho, pero aquí no regalamos los puestos. Somos una escuela justa, que premia el talento. Los verdaderos reyes en esta escuela, o como quieras llamarlos, no cuentan con mucho dinero ya que en su mayoría son adolescentes que no vienen de ese tipo de familia. Y aun así, están en lo más alto.

Supe leer entre líneas. Entendí el mensaje con claridad.

Ello me hizo relajar mis hombros.

—Todo esto es increíble —murmuré, imaginando en mi cabeza todo lo que significaría para mi nuevo comienzo en la vida formar parte de esta prestigiosa escuela de música.

—Cierto. Muy cierto... —reafirmó ella, muy atenta a mis movimientos, y a mi reacción.

—Ah, y se me olvidaba. Los diez elegidos ganadores en las audiciones, solo podrán optar al nivel "A" o al "B" en la prueba de los duetos junto a un alumno del "A+".

Asentí en respuesta, algo perdido entre mis pensamientos que apenas dejaban hueco para la voz de Margot.

—¿Ha quedado claro, verdad? —insistió

—S-sí... Sí —me limité a decir.

—Muchacho, si verdaderamente vas a audicionar, te recomiendo que sepas a lo que te enfrentas. Y que tengas muy en cuenta todo lo que esta escuela requiere y exige. —Esta se giró para mirarme con desdén de arriba a abajo y continuó—. No sé de dónde vienes, pero vengas de donde vengas, estoy más que segura de que aquí nada será igual de sencillo.

«Eso es lo que todos creen», anhelé decir. Pero por el contrario respondí con un simple:

—Sí, lo entiendo.

—Bien, pues ahora, volvamos por donde hemos venido. Tan solo el hecho de entrar en este recinto conlleva muchas cosas. Cómo ceñirse a sus normas, es una de las principales pautas a seguir. Y para ello, primero deberás saberlas. Acompáñame. Por aquí, muchacho —me dijo ella mientras me tomaba la delantera y me hacía señas con el propósito de que siguiese su paso.

ϟ ϟ ϟ

Seguimos caminando por los extensos pasillos llenos de incesantes, y a su vez adversas melodías, mientras que Margot seguía sacándome un buen trecho, aunque a decir verdad, siempre me había considerado como alguien que se distraía con una facilidad deslumbrante. Y más aún si esa distracción llevaba como título lo siguiente:

Música.

Llegó el momento en el no vi a la mujer en mi campo de visión. Quizá llevaba razón al advertirme en que este lugar era inmensamente grande y un sitio en el que perderse con gran facilidad.

Un lugar en el que Thunder Iversen se perdería con facilidad.

Cierto.

Puesto que mi impulso por seguir la música era mayor que el de encontrar a la señora, me desvié del pasillo en el que estaba para investigar algo que llamó mi atención con grandeza.

Silenciosamente, y midiendo cada paso que daba, aunque las cadenas que colgaban de mis pantalones, mis anillos giratorios y mis nervios a flor de piel cuales hacían que sudase de puro nerviosismo y adrenalina a su vez, me dificultaron mi escape para aventurarme hacia el piso superior. Al séptimo.

Solo que...

Algo impidió ese impulso.

—¿Otro participante más? —inquirió una voz femenina, y algo rasgada.

De pronto un característico y, por desgracia, familiar olor me sacudió por todo el cuerpo

—Estoy aquí, mira por la ventana. —Me di la vuelta hacia la ventana de mi derecha, pero al mirar por esta, tan solo encontré un aparcamiento de coches—. A tu izquierda, idiota. —Escuché de nuevo decir, proveniente de esa voz que había logrado desestabilizarme en pocos segundos, solo que ahora en un tono más dulce y acogedor.

Hice caso omiso y me volteé hacia la izquierda.

Eléctricos suspirosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora